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José Ignacio Castillo Manzano
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Los gallos de pelea se enmarcan dentro de un grupo de razas o tipos raciales de pollos domésticos, cuya principal característica es que tanto macho como hembra son sumamente agresivos. Los gallos de pelea tienen un altísimo sentido de la territorialidad y, por tanto, todo gallo que ose penetrar en su zona se convierte en su enemigo.
Cuando escuchamos al presidente de la Liga, Javier Tebas, hablar del presidente de la Federación, Javier Rubiales, o viceversa, vemos cómo España es un país de gallos de pelea. Cuando vemos en cualquier tertulia a periodistas pelear por su Madrid o por su Barça podemos asegurar que estamos en una tierra de gallos de pelea.
Cuando una banda de gallitos, mandada por gallos de pelea cobardes, deciden convertir un clásico del fútbol mundial en un campo de batalla, todo ello para reivindicar un trozo de tierra que consideran suyo, se demuestra que España y su porción llamada Cataluña es una tierra de gallitos. Del gallinero en que se ha convertido el Congreso de este país, mejor ni hablar: todos se llenan la boca con palabras como patria, democracia, el bien común, junto a muchos insultos, pero a la hora de la verdad, demasiados gallos y gallinas en el mismo corral, incapaces de debatir sin gritar, sin insultar, imposible de encontrar puntos comunes desde donde empezar a construir una sociedad más justa. ¡Ah! la mayoría comiendo toda su vida del dinero público.
Menos mal que nos queda el ejemplo de muchos deportistas, hombres y mujeres, que con sus valores dentro y fuera de la cancha, nos muestran el camino que deberíamos seguir para ser una comunidad fuerte, humilde, constante y que además son capaces de triunfar.
Rafael Nadal, Carolina Marín, Mireia Belmonte, Pau Gasol y toda la ÑBA, Ana Carrasco, Iniesta o David Villa, Lydia Valentín, Las Guerreras y los Hispanos del balonmano, Sandra Sánchez, Laila Palau y el baloncesto femenino, Gómez Noya y así podríamos seguir poniendo nombres de nuestros deportistas. Curiosamente nuestros deportitas son gallos de pelea en la competición, en la cancha, en los terrenos de juego, pero la gran mayoría de ellos un ejemplo de humildad, esfuerzo y superación en su día a día.
A ver si algún día en este país dejamos de mirarnos el ombligo, creernos los mejores, sobre todo los políticos, dejamos de ser una tierra de gallitos y avanzamos partiendo de los valores que nos enseñan nuestros deportistas.
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