Felipe Ortuno M.

Traición

Desde la espadaña

27 de septiembre 2023 - 01:00

Del latín ‘traditio -ônis’. 1. f. Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. Según el filósofo israelí Avishai Margalit, el significado de «traicionar» es sorprendentemente transversal a las culturas y épocas: implica socavar y debilitar la confianza que sostiene las relaciones que más nos importan. La traición es también un concepto ambivalente: el traidor de los unos es el héroe de los otros. De ahí que haya tantos héroes en el peneuve sabinista, bildu abertzale, junts contra España, esquerra lliure y el tribunal constitucional. Por ese motivo soy admirador de Judas que, así que comprendió la felonía cometida contra Cristo, quiso devolver el soborno, y puesto que ya no había marcha atrás, horrorizado, corrió a quitarse la vida. ¡Qué gran gesto de vergüenza macabea! Al menos tuvo honor, por más que la historia lo maltrate, a pesar de haberse dictado su propia muerte.

Hoy el honor es una especie en vías de extinción, sobre todo a nivel político (en realidad a todos los niveles). Vemos como las opiniones se cambian, las promesas se trafulcan y la responsabilidad queda en el atolladero de la historia. Nadie paga sus actos de cobardía; cuando no son aplaudidos y jaleados por quienes les siguen incondicionalmente, aun habiendo fechorías manifiestas y deleznables. Así estamos, con la seguridad de la patria en manos de la alta traición cometida contra la seguridad y la soberanía del Estado. Decía Maquiavelo que la traición es el único acto del ser humano que no se justifica, pero eso no ha evitado que esté presente en la historia desde Judas hasta hoy, y aún antes. También perduran las treinta monedas, al cambio de divisa. ¿Quién no ha sufrido traición? Bien lo entiende quien la ha probado.

Dante Alighieri situaba a los traidores en el último círculo del infierno, y así debe ser para quienes venden, desde la confianza de la víctima, a quienes previamente le han profesado amor y amistad ¿hay crimen mayor que verte ultrajado por quien comía contigo del mismo plato? Vivimos en un estado de quebrantamiento de la confianza. Hemos sido lastimados moralmente, defraudados políticamente por cuantas instituciones nos rodean ¿Y en quién confiar? Como una mancha de chapapote la sospecha se ha extendido por la sociedad y el escepticismo tomado cuerpo en las personas. Pocos creen en alguien, y si en alguien mereciese la pena hacerlo lo situamos en el más allá. Ni la familia se sostiene en los lazos de la confianza y la lealtad. Todo ha de establecerse en papel notarial y normativo, los apretones de mano ya no sirven como sello del pacto, ni la palabra dada avala acuerdos posibles de honor. Sólo la ingenuidad se mantiene en tal valor. Lo anunciaba el tango: ‘Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor…’(Cambalache)

Me resisto a creer que la traición y el quebrantamiento de los lazos de confianza sea lo que prevalezca en nuestra sociedad por muy degradada que esté. Me produce arcadas la traición, me repugna por su degradación moral, como la máxima infamia que un hombre puede cometer. No cumplir la palabra dada es traicionar, la mentira es traición y traidor es quien la propaga sin escrúpulo ni vergüenza. ¿Podemos dar crédito a quien utilizando condiciones de poder traiciona al pueblo, engaña y lleva al precipicio?

Me reafirmo, con Maquiavelo, cuando afirma que ‘la traición política es el único acto de los hombres que no se justifica’. Un traidor es capaz de los peores ensañamientos con tal de agradar (o purgar sus pecados) al otro bando. La historia así lo enseña: mírese el comportamiento de los presos vigilantes en los campos de concentración nazi hacia sus propios compañeros. No hay proceder más vomitivo, tan vil y tan despreciable. Merecen recibir insultos y deposiciones. La política basada en la traición atropella, miente y aplasta con tal de enmascarar todo aquello por lo que antes luchó y quiere ocultar a cualquier precio; porque el traidor no piensa en los ciudadanos sino en su propio beneficio y provecho. Analícese qué piden y desean los traidores de España, y si es legítimo, compruébese si además es moral, que lo dudo.

Los mismos que clavaron puñales por la espalda están ahora sentados en el parlamento; los esquilmadores de las arcas nacionales toman la palabra para dar lecciones de economía equitativa… Un mundo al revés que considera a las víctimas como fachas, mientras se perpetra el saqueo a las arcas del Estado. Los traidores como víctimas, mientras el pueblo español paga las treinta monedas que el nuevo Judas exige al infame gobierno español. Todo un cambalache inadmisible y vergonzante. Hasta sospecho - ¡oh loco pensamiento! - que el hecho de votar sea, tal vez, un acto más de traición por permitir que quienes se perpetúan en el poder a cualquier precio, lo sigan ejerciendo de tal manera. La indignación de quienes se manifestaban el 15 M no aparece por ninguna parte, y los supuestos defensores de los trabajadores callados como corintias, quién sabe si esperando un aumento de la subvención langostinera o el dividendo de los bajos fondos nacionalistas. A saber.

Espero que, siguiendo a Dante, queden todos colocados en el Noveno Círculo, lejos de Dios, desnudos en el hielo, y tiritando. Que ahí repten los traidores en compañía de Caín.

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