Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Lo macabro permaneció latente en el arte del Barroco unido a ideas moralizantes de signo cristiano y a conceptos como el desengaño y la fugacidad de la vida. Los cuadros de vanitas, la iconografía desplegada en los altares de ánimas o en los efímeros catafalcos reales e, incluso, la veneración ostentosa de las reliquias óseas de los santos nos sirven para introducirnos en el ambiente donde se creó la obra que nos ocupa. Simple y hasta modesto de formas, a la vez que elaborado y profundo en su significación, en este conjunto un esqueleto se arroga un aparente protagonismo. Su actitud "viva" remite a la personificación de un ente abstracto. Aparece sentado, abatido, melancólico, apoyando la cabeza en la mano derecha, mientras con la izquierda porta la guadaña, con la que se dispone a segar las vidas de los mortales. La disposición en diagonal de las piernas imprime un cierto dinamismo a una figura que no se sitúa en un sitio cualquiera, sino en el mismísimo Calvario, el "Monte de la Calavera", donde según la tradición se enterró al primer hombre, Adán. La Cruz se alza vacía detrás. Sus llagas doradas inciden en su sentido trascendente. Abajo, a cada lado, la bola terráquea, representando a la humanidad, y el martillo y las tenazas, referencias explícitas a la crucifixión de Cristo.

El paso alegórico del Triunfo de la Cruz sobre la Muerte gira en torno a la paradoja del sacrificio redentor de Jesús. Fue concebido para formar parte de la procesión del Santo Entierro posiblemente a principios del siglo XVIII. Según ha investigado Antonio de la Rosa, ya está constatada su existencia en 1728 y siguió saliendo hasta 1955. El anuncio de su vuelta a las calles con el recuperado Sábado Santo de este año supone una afortunada decisión, un triunfo de la Historia en una Semana Santa que también puede crecer mirando a su pasado.

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