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Que las universidades españolas son, por lo general, un fracaso lo pone de manifiesto la relación anual publicada por la revista Times Higher Education, en la que encabeza la representación de la actual "Ex-paña", la catalanísima Pompeu Fabra, eso sí, al puesto 156. Otro termómetro del calado de la universidad lo tenemos en los políticos que han sido universitarios, porque al estar expuestos públicamente, nos permiten comprobar la mella que los estudios superiores han dejado en su forma de expresión. Suelen acertar si responden con monosílabos. Pero si la frase es más compleja, a saber, tres o cuatro palabras lo habitual será que incurran en discordancias de número y género. Aunque este género tiene que ver con la lengua y no con el género por el que, esos mismos, han sustituido la palabra sexo.

"Ex-paña" dispone de estudios superiores desde 1212, año en el que se da oficialidad al Estudio General de Palencia del que se salía con el título de licenciado en Teología y Artes, tras cursar los dos ciclos de enseñanza: el Trivium (Gramática, Retórica y Lógica) y el Quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y Música). Igualito que ahora...

Tras el descubrimiento, conquista y evangelización de América, la "Ex-paña" genocida fundó compulsivamente decenas de universidades, acaso para que estudiaran los indios exterminados. La primera fue la universidad de Santo Tomás en Santo Domingo. Cien años más tarde, en 1636, se fundó la primera universidad norteamericana en Harvard, pero ya había diez en la América española. Portugal nunca fundó una en Brasil. Tampoco lo hicieron Francia u Holanda.

Por eso da tristeza ver en lo que se ha convertido la actual universidad española. Lo que debieran ser templos del saber y el conocimiento convertidos en trincheras políticas que impiden violentamente el derecho a la libertad de expresión. Una caca.

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