Manuel Antonio Barea Rodríguez Archivero. Doctor

De archivero a archivero. A Rafael Díez Ponce de León

Tribuna libre

07 de mayo 2025 - 03:07

En este oficio de archivero es difícil encontrar colegas que verdaderamente te deslumbren, en este oficio escasean personas que tienen como lema la conservación de la memoria, la significación de que nuestros pasados, que forman parte del presente y dibujan o esbozan posibilidades de futuro. En este oficio, de soledades descriptivas, de leyendas indescifrables y de percepción de lo sublime, se encontraba el archivero Rafael Díez Ponce de León que asumió, como caballero de orden, la valiosa y abnegada función de organizar los archivos de sus familias, Díez y Ponce de León, que juntamente con un cariño transmitido y presente a sus padres, hermanos e hijos, supo retener un valioso patrimonio documental para el solaz de la Casa, como no. Pero también superó los límites del tiempo, supo con sus hermanos que sus archivos no eran suyos, sino que formaban parte de la Historia y el pasado de toda una comunidad. Rafael y sus hermanos supieron e intuyeron que la fugacidad de la vida era contraria a la fugacidad de las memorias de sus antepasados, era contraria a un abandono singular de papeles desordenados, era la atribución de un magisterio divino, solo practicado por aquellos bendecidos en la bondad de corazón y la asunción del oficio llamado archivero. Esta vocación constata y refrenda la existencia de la memoria, como valor y perpetuidad de nuestros antepasados, y conserva los documentos como refrendo y señal de la existencia.

No podré olvidar a mi amigo Rafael porque, reitero, escasean estas personas que exhalan bondad, de una manera simple y firme, que ahondan en la amistad como algo indeleble y útil, pero conjugado con obligaciones morales y éticas que transmitía efectivamente en sus maneras, conversaciones y existencia. Amigo, reitero mi cariño, espero sigas transcribiendo pergaminos, ojeando actas sacramentales y continues con las genealogías de tus antepasados. Que tu madre te acoja como mentor documental de su archivo y como caballero de gran corazón y tu padre anote con tinta verde que fuiste un Díez, no podía ser otra nota, y Ponce con corazón de León.

En esto anoto y dispongo que, como archivero y amigo, tengo por función el mantenimiento de las memorias de los archivos organizados y, por ende, de todos aquellos archiveros que, como tú, formarán parte de la memoria que me obligo a conservar, de todos ellos. Añado en el catálogo a Don Rafael Díez Ponce de León.

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