
Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
Los costes reputacionales del Gran Apagón
Las personas razonables ven posible un entendimiento sobre los aranceles, pero si vamos a la raíz del problema, Estados Unidos lleva décadas consumiendo y comprando barato del exterior, ahorrando poco, gastando mucho el sector público y con impuestos insuficientes, y sus empresas han invertido fuera buscando mano de obra más barata. El economista Cody Kallen de la Reserva Federal publica un artículo, La fragmentación de la inversión directa de EEUU en el exterior, mostrando que en los últimos 10 años las inversiones industriales norteamericanas han ido a Méjico e India, reduciéndose en China, donde se mueven entre el 1% y 3% del total; pero son mucho más importantes las que van a los países europeos, Canadá, y las economías más avanzadas de Asia, entre el 10% y 20% del total, y aunque generan empleo en India, en China y Europa son intensivas en capital y en I&D. La primera idea que sacamos es que EEUU ha actuado por el interés de sus consumidores y empresas; y no es algo a solucionar con aranceles, ni destruyendo el sistema, sino con una estrategia granular interna y externa. Dicho esto, y aunque siempre habrá desequilibrios, se precisa un nuevo orden en la Organización Mundial de Comercio, y un compromiso por los exportadores de estimular su consumo interno, y por los importadores de adaptar sus economías en ahorro, inversión productiva, consumo y fiscalidad. Entre los segundos, con 2% o más de déficit del PIB están EEUU, Gran Bretaña, Australia, Egipto, Filipinas, Brasil, Chile, y Colombia. Con el mismo criterio del PIB, exportadores netos son Japón, UE, Dinamarca, Noruega, Suecia, Suiza, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Hong-Kong, China, Tailandia, Perú, Israel y Rusia, y su importancia depende del porcentaje de desequilibrio y peso en la economía mundial.
Es interesante ver el dominio en productos; por ejemplo, China exporta entre el 60% y 80% del total de termos, ventiladores, lámparas LED, microondas, sillas metálicas, ordenadores, consolas de videojuego, calentadores, aparatos de masaje y motocicletas, que se exportan en el mundo; y EEUU importa entre el 20% y 25% de todo lo que se importa en el mundo de estos productos. Estamos, pues, ante un consumidor compulsivo, que quiere comprar barato lo que un productor compulsivo le vende. Esos productos son de distinta complejidad y, en una escala de 0 a 2, los termos son 0,5, los teléfonos 1, los ordenadores 1,5, y sorprendentemente los ventiladores 1,5; cuando se piensa en sustituir una importación por producción interna, va a depender de su complejidad, y no mencionamos siquiera el automóvil, o la inteligencia artificial, con cadenas complejas que requiere un análisis aparte. Sobre todas estas cosas debatíamos hace unos días en la Universidad de Jaén, donde los profesores Juan Carlos Rodríguez-Cohard, María Gutiérrez, Juan Manuel Matés y Cristina Carrillo me invitaban a hablar de las perturbaciones financieras, que inevitablemente nos llevaron a los aranceles; ha sido una buena ocasión para comprobar el elevado nivel de conocimiento que se imparte en esta Universidad, reflejado por la pertinencia con que preguntaban los alumnos, lo que justifica ser optimista sobre el dinamismo de nuestras universidades públicas andaluzas.
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