el poliedro
Tacho Rufino
Universidad dual
Tribuna Económica
Sobre el problema medioambiental, algunos han pasado de la duda a la conversión, con una prueba de fe en forma de avalancha de información y opinión difícil de digerir. Hay empresas que buscan reducir consumo de cualquier recurso para ganar en eficiencia, como por ejemplo Ericsson, Henkel, Schneider; las que asumen el tema sólo para cumplir y mejorar el valor de su acción; aquellas que pueden pasar de él porque no cotizan y se financian de manera privada; y, caso de Aramco, las que desarrollan tecnologías y procesos para mejorar el medioambiente.
La publicidad estos días es tremenda; como marca, Tetra Pak defiende: "Ve a lo natural. Ve al cartón"; una organización como Chapter one fomenta la presencia de consejeros que vigilen la huella de carbono en sus compañías; y las de seguros aplauden cualquier reducción del riesgo medioambiental. Los bancos han de medir este riesgo en sus créditos, no sólo en inmuebles, sino por si afecta a una empresa deudora. Sin embargo, vemos el anuncio de Morgan Stanley justificando su inversión en vuelos espaciales privados, como lo haría con cualquier otra cosa. Menos atrevido, ING habla de equilibrar negocio y sostenibilidad, y UBS se pregunta si -siempre condicionado a la rentabilidad- no es mejor dejar a los hijos un planeta más sano, con inversión responsable. Las gestoras de fondos han de elegir empresas que cumplan con criterios medioambientales, y la dificultad con la información es tan grande que sólo unas pocas tienen verdadera especialización, como Lombard Odier, o Robeco, en la tradición de los países nórdicos. Veo un anuncio espectacular de Matt Damon para que invirtamos en criptomonedas y me pregunto si todo lo relacionado con el anuncio, como el medio que lo emite, y quien colabora en esa actividad de juego cripto que tiene un impacto energético desmesurado, sería elegible como inversión por un fondo verde, o financiable por un banco.
Pese a las paradojas y contradicciones hay hechos positivos; el primero la aceptación de los datos de impacto ambiental, sus causas y efectos probables; segundo, las empresas "faro" que iluminan a otras con su tecnología y procesos; tercero, que la política no puede ignorar el medioambiente y se toman medidas útiles, entre ellas en España los fondos del gobierno central para rehabilitación energética de inmuebles. Y cuarto, que la educación es esencial para resolver nuestras contradicciones y malos hábitos, lo cual no veo aun suficientemente extendido entre jóvenes que protestan, ni entre los mayores, que hacen poco por dejar a sus nietos un mundo con menos inundaciones, sequías, incendios, y olas de calor. Y aunque la situación es una medida de nuestra impotencia, si de verdad nos preocupa, al votar habría que examinar a los partidos políticos, la credibilidad y eficacia de sus propuestas, y el historial de los candidatos. En Economía nos ha faltado espíritu; Allen Kneese y Clifford Russell -en el Palgrave- nos dicen que mientras en una época nos apoyábamos en el análisis económico y luego en las ciencias naturales, ahora se necesita la teoría de la elección colectiva, la sociología, psicología, y sobre todo la ética. Junto al miedo, es esta naturaleza ecléctica del tema lo que forma parte de su fascinación.
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