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El embajador en Madrid de un país miembro de la UE se sincera en privado: “España es un gran país; pero lo malo es que se produce un ataque político cada diez minutos”. Qué pena. No parece que sean conscientes los políticos españoles del daño reputacional que infligen al prestigio que podríamos tener. Admirada por tantas cosas y por tantos ciudadanos relevantes y singulares, en la cultura, la empresa, la medicina, la ciencia, la ingeniería o el deporte, España tiene la desgracia de estar sumergida en un microclima político que desmerece su brillantez.
¿Habrá que vivir siempre con esa cruz? Es probable. Unamuno estaba convencido de que “la envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”. Había leído a Aristóteles, que definía la envidia como “el dolor ocasionado por la buena fortuna de los demás”. Ocupar la presidencia del Gobierno, de una comunidad o una alcaldía genera dolor ajeno. Y ese dolor se expresa en forma de reacciones agresivas de quienes pretenden esos puestos –que no es sólo uno, sino bastantes– que no pueden alcanzarlos de forma inmediata. Si combinamos esos “ataques políticos cada diez minutos” y la envidia como motor de esa agresividad, concluiremos que la paciencia es virtud escasa en estos lares. Nadie quiere esperar su turno.
Pongamos que hablamos de la Presidencia del Gobierno. Mal se le tiene que dar a Alberto Núñez Feijóo para no terminar en La Moncloa. Escuchar al sabio Jaime de Miquel, excelente analista demoscópico, es confirmar que le va a resultar muy difícil, o más bien imposible, a Pedro Sánchez revalidar una mayoría parlamentaria como la actual. El PSOE, más o menos, se mantiene en intención de voto, pero a costa de devorar a su socio principal, Sumar. Si hoy se repitieran elecciones, aun con los socialistas en 120 diputados, sólo podrían contar con una quincena escasa de diputados de Sumar cuando en la última elección, con Podemos, llegó a 35. Si alcanzar los 176 para la investidura fue una prestidigitación, la próxima vez, salvo milagros, la hazaña se antoja inalcanzable. Ya no hay más conejos en la chistera.
Si esto es así –parte del Gobierno da la sensación de trabajar con mentalidad de tiempo de descuento–, habría que rogar a la oposición un poco de paciencia y menos crispación. Todo llegará. Especular con que si faltan tres meses, porque será imposible sacar adelante Presupuestos para 2025, o un año y medio escaso porque se pueden prorrogar una vez pero no conviene más, es absurdo. Pedro Sánchez, no lo olvidemos, siempre hizo con bastante éxito lo más difícil: recuperar la dirección de su partido tras su defenestración; ganar una moción de censura a Mariano Rajoy por la que nadie apostaba; vencer varias veces las elecciones e incluso gobernar cuando en julio de 2023 no fue el partido más votado. Si ha sido capaz de todo eso, resistir es lo más fácil y lo que mejor se le da.
Aunque demonizado por sus oponentes y fustigado por los medios adversos, alguna mente preclara del PP admite en privado que “es un político diabólico pero con una capacidad temible de hacer política y de descolocar al oponente”. El autor de esta frase, que colaboró con Fraga y Aznar, estima que anunciar casi semanalmente su caída inmediata es un bumerán contra el PP. Transmitir ansiedad por llegar al poder no genera votos. Paciencia. Lo que tenga que llegar, llegará.
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