Los golfos

23 de enero 2025 - 03:05

Cuando se estudiaba Geografía concienzudamente, se aprendían de memoria los ríos y sus afluentes; las cordilleras con sus montañas; las cuencas, los valles y los golfos. Ahora, cómo está mal visto estudiar de memoria, nuestros políticos -que están en todo-, nos suplen la memoria histórica y la geográfica. O sea, memorizan ellos por nosotros.

El accidente geográfico más divertido era, sin duda, el golfo. Además está de rabiosa actualidad gracias al Golfo de Méjico. Este golfo solo se llama así desde el siglo XIX. Durante más de trescientos años fue el Golfo de la Nueva España. Durante el imperio azteca y el virreinato, Méjico era simplemente una ciudad del interior y sus antiguos habitantes, -los mexicas-, ni vieron nunca el mar, ni sabían navegar.

A Donald Trump se le ha ocurrido cambiarle el nombre y lo quiere rebautizar como el Golfo de América. Pero América es muy grande y tiene muchos golfos. Sería mejor llamarlo el Golfo de Trump. Así, las generaciones venideras comprenderían la impronta del susodicho.

Los golfos españoles podrían correr la misma suerte dejando esos aburridos topónimos que los identifican y llamarlos por el nombre propio de políticos preeminentes. Qué bueno sería que el golfo de Rosas pasara a llamarse el Golfo de Piugdemont, ese escapista gerundense. El golfo de Valencia podría apellidarse como el presidente de la Generalidad que tan bien está gestionando la gota fría y nombrarlo el Golfo de Mazón. Para el golfo de Cádiz habrá dura pugna, ya que pensando en políticos andaluces de tronío, surge la duda razonable de imputarle el nombre de Golfo de Chaves o de Golfo de Griñán. Para el golfo más grande de toda España, que es el de Vizcaya, pensemos en el más brillante, más guapo, más alto y más listo de todos los políticos que en el mundo han sido y llamémoslo el Golfo de Sánchez. Es de justicia y se lo tiene más que merecido.

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