Al economista indio Amartya Sen le concedieron en 1998 el premio Nobel de Economía por sus trabajos matemáticos sobre la teoría de la elección social, la economía del hambre, y sus esfuerzos porque el mundo fuera más equilibrado y justo, inspirando a Naciones Unidas en lo que hoy conocemos como Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta riqueza intelectual irradia en libros como Elección colectiva y bienestar social, y La idea de la justicia, populares y repletos de ideas útiles, pero no fáciles de leer. Acaba de publicar Hogar en el mundo: una memoria, que desvela el inicio de su formación intelectual y moral, empezando por la escuela de Santiniketan, donde Rabindranath Tagore estimuló su imaginación y pasión por la libertad, la cual -a diferencia de los que sólo dan a la libertad una dimensión egoísta y mezquina- es para él un compromiso con los vulnerables y marginados.

El hogar y el mundo es también el título de una obra de Tagore, y una película en la que, junto a la lucha contra la dominación inglesa, hay un clima de tolerancia, secular, de curiosidad intelectual; la misma que ha llevado a Sen al Trinity College, Cambridge, Oxford, Harvard, y Nalanda en India, encontrando en todos ellos su casa. Y, asimismo, en España se le reconoció con el premio Princesa de Asturias. No es extraño que Sen haya sido señalado como enemigo del nacionalismo hindú, pues su idea del mundo difiere del abuso de las identidades nacionales y localismos, que inflaman la política y crean hostilidad en su país.

Cada día nos enfrentamos a alternativas: libertad personal o restricciones ante el contagio, cómo y quién paga con impuestos el coste económico y sanitario, hasta dónde llegan las responsabilidades con el medioambiente, sociales y buen gobierno de la empresa. Para Amartya Sen las decisiones sobre qué es razonable se fundamentan en el respecto a diferentes ideas de lo que es justo, y ya que cada persona tiene sus sesgos, expectativas, utilidad del consumo, e interpretación de causas y efectos, y vive a gusto con ellos, se trata de unir puntos de vista en la elección colectiva. No es fácil, pues a veces se exige más precisión para tomar decisiones de lo que la materia del tema permite, como ocurre en esta crisis sanitaria, pero en muchos casos no es difícil distinguir lo que es "más" o "menos" justo, y Sen siempre ha sostenido que ante situaciones claras de necesidad no cabe la duda, y hay que actuar para remediarlas y evitar que se reproduzcan.

La nueva imagen del primer ministro Nerendra Modi, desde la ropa a la barba y el pelo, no pasa inadvertida, se está transformando en un guía espiritual por encima de la toma de decisiones que la economía y la salud en la India le exigen, quizás con la idea de que en las crisis evadir responsabilidades cotidianas apelando a identidades y valores, da buenos resultados en las elecciones. Como contraste, Sen, a quien retiró los fondos de la universidad de Nalanda, por considerarla anti hindú, con 87 años, una salud precaria desde joven, y para quien la vida no es una cuestión de identidad sino de razonar con otros, mantiene una amplitud de visión, agudeza intelectual, y sentido de la humanidad, que lo perpetúan como uno de los intelectuales más poderosos de los últimos cincuenta años.

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