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Análisis

Manuel Serrano Jiménez

Un niño con la Virgen de la Estrella

Acompañaba a su padre vestido de nazareno de la mano a una edad muy temprana

Había una vez un niño que cuando tenía unos diez años, estando en el Colegio LaSalle San José, del que era monaguillo, junto con otros niños, de todos los actos que había en la capilla, y que era, además de hermano de la Hermandad de la Borriquita, un alumno al que su padre tuvo la feliz idea de que fuese educado, formado, en todos los sentidos, en una escuela cristiana y que fuesen los Hermanos de La Salle, los que prendiesen en ese niño la llama de una fe, una forma de ser, sentir y vivir que le sirviera a lo largo de su vida.

Pero el motivo de que ese niño se acercase a la Hermandad que estaba en su colegio, no fue otro que, a su padre, al igual que quería que su preparación y educación para el futuro fuese dentro de los cauces de La Salle, Dios quiso que ese niño se encontró allí algo que le gustaba muchísimo, como era la Hermandad dentro de su mismo colegio, lo cual lo hizo muy feliz y que por eso fue su inicio en la vida cofrade que le permanecería hasta estos días.

Acompañaba a su padre, vestido de nazareno, de la mano a una edad muy temprana, (aún no entendía mucho esto y tampoco estaba en el Colegio La Salle San José) el jueves santo, que era cuando entonces salía esta Hermandad vecina, y de esa mano de su padre que lo guiaba entonces (que mejor manera), así fue como inició su primer vinculo, su contacto con las hermandades.

Para ese niño, que se acercó muy pequeño a las hermandades, y que siempre lo ha tenido en su memoria y en su recuerdo, fue un auténtico acontecimiento, un hecho indescriptible, lo que iba a presenciar, lo que iba a vivir y recordar toda su vida, pero que en aquel momento no podía ni imaginar y que lo marcaria para siempre, el ser testigo con los ojos curiosos e incautos, lógico en su edad, y que le impresiono sobremanera la llegada de una imagen al Colegio donde estaba.

Una imagen de una Virgen dolorosa para procesionar, que, desde el primer instante, que desde unos ojos infantiles e inocentes no se lo podía creer, le enamoró, lo cautivó e hizo que siempre lleve en su mente aquel recuerdo de la que es la Madre de Dios, y que no podía ni imaginar hasta donde llegaría la devoción a la Santísima Virgen, aunque en aquellos momentos todavía no estaba bendecida y era solo una bellísima imagen, que ya prendía en su corazón a todos aquellos que la vieron.

Como era de suponer su nombre o advocación no podía ser otra que, la de Nuestra Señora de la Estrella, ya que, aunque la Hermandad no tuviese imagen física, si la tenía como titular además de ser la misma advocación de ser la Patrona del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, (Hermanitos de La Salle, como se les conocía en aquellas fechas).

Quien le iba a decir a aquel niño lo que la Virgen le tenía destinado, como por ejemplo el salir de monaguillo/cantor delante del paso que la llevó hasta el monumento de San Juan Bautista de LaSalle acompañado por los niños y mayores de los colegios La Salle de nuestro Jerez, o que fuese a conocer a la Santísima Virgen de la Estrella bajo un precioso paso de palio, el estreno de un manto digno de la Madre de Cristo Rey del Universo, y si Dios así lo quiere, la Coronación Canónica de esa Bendita Imagen.

Los designios de Dios para con nosotros y a través de la mediación de la Santísima Virgen son inescrutables y siempre hay que creer en Él y rezarle a través de Ella, y confiar en que lo que nos tiene reservado solo Él puede saberlo y que por su Santísima Madre, como cualquier madre quiere para sus hijos, siempre será lo mejor para nosotros.

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