A estas alturas, con 2019 echando a rodar y a cinco meses de las elecciones municipales, hablar de candidatos para ir en las listas de los partidos políticos es como hacerlo de Física Cuántica. Pocos o muy pocos nombres hay sobre la mesa e incluso algunas formaciones no han elegido ni a sus candidatos a la Alcaldía. Es cierto que los procesos internos de muchos partidos tienen sus tiempos y que hay que respetar los plazos, pero hace años era impensable que no se conociesen ya un buen número de personas dispuestas o fichadas para convertirse en 'servidores de su pueblo'. Pero como desde un tiempo a esta parte ha calado el mensaje de que los políticos vienen 'a servirse de su pueblo' (algunos se lo han ganado a pulso y otros justos pagan por pecadores), no debe extrañarnos que cada vez haya más recelos y miedos a dar el paso.

Otro factor que juega en contra de los partidos en estos tiempos de falta de vocaciones políticas es la continua volatilidad del voto. En muy poco tiempo y dejando a un lado las 'cocinas' de los partidos e instituciones manejadas por partidos, nos hemos vuelto locos con las encuestas electorales. Hasta hace unos meses parecía que en esta especie de 'Bolsa' de la política, el PSOE era un valor seguro por el que apostar pero una mala gestión del Gobierno en tiempo récord ha devuelto la confianza de los inversores-votantes en los partidos de centroderecha. La gestión del pacto de Gobierno en Andalucía por parte de PP y Ciudadanos, que han necesitado el apoyo y el voto de Vox, puede de igual forma dar de nuevo la vuelta a la tortilla. Son los tiempos que corren, en los que un millón de votos se mueven con facilidad y desparpajo de un lado a otro, de arriba a abajo, como los balancines que hay en los parques. Y, claro, con esas expectativas tan poco claras, hay pocas personas que, en su sano juicio, se atrevan a dar el salto a la política. Personas que valgan, naturalmente. Porque mediocres, advenedizos, oportunistas, kamikazes, chaqueteros y hasta descerebrados los hay y seguirá habiendo siempre en las puertas de las sedes de los partidos. Los profesionales serios, preparados, generosos, educados, esforzados y ejemplares se lo piensan tal vez la espera de que se calme la escena política en este país, tan polarizada y a la vez denostada por muchos ciudadanos. Es triste porque lo que necesitan nuestros ayuntamientos tan castigados, los gobiernos autonómicos y el central son personas que nos saquen de la situación actual y así consigan devolver la confianza en la política a los ciudadanos.

Pero, claro, eso se llama simplemente capacidad de liderazgo, esa que genera ilusión. No podemos confundir regeneración política, muy sana siempre, con venganza o revancha. Cuando se alcanza el poder a toda costa -y ejemplos hay en todos lados- y se lamina a los buenos profesionales de la Administración para poner a los 'míos', se espanta precisamente a las personas que podrían venir a ayudar en momentos difíciles.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios