Análisis

Felipe Ortuno M.

Del suicidio asistido a la eutanasia

Hay días que me levanto atropellado por la estampida de los acontecimientos ¿Recordáis los estropicios que causaba el ganado en las películas de John Ford? Así me parece estar ahora, cuando asisto, indefenso, a la estampida legal que cada día arrolla valores y criterios que tanto nos habían aportado y conformado, hasta llegar a la humanidad más excelsa. Es evidente que el hombre siempre aspiró a ser Dios, y, mientras éste exista, su presencia resulta molesta e inquietante para quienes lo pretenden. Entre otras cosas, porque es a quien le debemos la vida, y quien nos la sostiene a un tiempo. Esta es su arma, y es preciso desmontarlo de tan excelso poder. Si hay algo que verdaderamente expresa el dominio sobre cualquier otra cosa, esa es la capacidad que nos conferimos sobra la vida de los demás.

Ahí es donde se manifiesta la potestad absoluta: decidir sobre la vida y la muerte de otro ser humano. Una diversión que se ha practicado cada vez que en la historia ha habido vencedores y vencidos. La aniquilación arbitraria por parte del vencedor ha sido, y sigue siendo, la expresión más auténtica, a la vez que cruel, de la idolatría humana frente a los otros. No hay otra. Sabido esto, ahora, de lo que se trata es de rodearla de falacias y embalajes para poder seguir decidiendo sobre este asunto, que en nada nos compete y a nada nos lleva. Bajo el paraguas de una misericordia filantrópica, mal entendida, nos abrogamos el derecho a resolver sobre la vida de los demás y a legalizar (como fruto del racionalismo intrascendente) las decisiones extraviadas de quienes no tienen posibilidad de pensar con claridad por desesperación, dolor o cualquier otra patología.

Que una persona triste, enferma, cansada de la vida o deprimida quiera quitarse la vida es entendible hasta para la más meliflua inteligencia; cosa distinta es que los 'sanos' remedien el asunto con la eliminación positiva (fracaso medicinal) de quien supuestamente lo pide sin que vea una alternativa humana a su insufrible postración. Que los padres, hijos, 'herederos' o un juez dictaminen 'por su bien' la eutanasia, suicidio asistido, muerte, aunque sea uno mismo quien lo pide, no deja de ser una ley que atenta contra la buena práctica médica, contra la ética, el derecho a vivir, el juramento hipocrático, contra la solidaridad entre generaciones, el avance de la medicina, los cuidados paliativos, y un 'contra Dios', como sabiamente dice el pueblo, cuando se trata de un disparate mayúsculo. Y éste lo es.

No quisiera hablar de inducción a la muerte porque sería políticamente incorrecto, y hasta cruel e injusto si acusásemos de semejante tropelía a un ser 'misericordioso' que sólo pretende ayudar al prójimo a salir de este mundo cruel ¡No por Dios! Sería de una colaboración al suicidio, y aquí nadie quiere eso. Se trata de que un técnico prepare un veneno y se lo de 'legalmente' al suicida (enfermo deprimido o desesperado) para que el propio suicida se lo administre. Así suena mejor, es más eufemístico y digestivo. Tintinea mejor 'eutanasia' que 'matar enfermos' ¡Dónde va a parar! No obstante, queda en entredicho la ética médica y humanoide. No creo que con esta ley de eutanasia demos ningún avance significativo. Porque no se trata de ser liberal, moral, religioso, legal, conservador o progresista. Matar es matar ¿De verdad evita el sufrimiento la muerte 'irreversible'? ¿Cuánto hay de ideología? Y si la hay, es seguro que es retrógrada; porque lo auténticamente progresista es fomentar el derecho a la vida y a su dignidad.

Como dice Pedro Trevijano: 'El hecho central es que en la eutanasia un ser humano da muerte a otro, consciente y deliberadamente, por muy presuntamente nobles o altruistas que aparezcan las motivaciones que lleven a ejecutar tal acción'. Cuando se cree que sólo existe esta vida; cuando se piensa que el ejercicio de la libertad es la capacidad de decidir sobre cualquier cosa que arbitrariamente se nos encapricha; cuando todo se considera 'derecho a vivir' sin que haya convencimiento del sentido de vivir hasta el final con sentido ¿Qué se puede esperar? Queda la posibilidad de luchar contra el dolor por medio de los cuidados paliativos con tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos. Se puede ayudar al enfermo con tratamientos psicológicos, afectivos y religiosos. Eso lo contempla la Medicina, es adecuado y contribuye a la humanización en todos los sentidos.

Naturalmente resulta más gravoso al Estado ¿No será este el motivo de su legalidad? Porque, para la Organización Médica Colegial Española, la diferencia entre sedación paliativa y eutanasia viene determinada por la intención, el procedimiento y el resultado. La Medicina Paliativa da sentido real a las necesidades de los pacientes y resulta una verdadera solución ética para los enfermos. Incluso para personas que habían pedido la eutanasia. Que pregunten a los doctores de cuidados paliativos la experiencia que tienen de enfermos que han querido vivir una vez recibidos dichos cuidados. Botón de muestra: léanse, por ejemplo, las declaraciones del doctor Adrià Gómez en su contrastada experiencia de cuidados paliativos. Eutanasia, de entrada, no.

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