Desde que el ser humano comenzó a dar forma al sistema que hoy nos envuelve, siempre hubo mandamases que pisaron a los de abajo sin ni siquiera mirarles a la cara. Dentro de un juego creado en el que, por mucho que queramos, siempre habrá un colectivo desfavorecido respecto a otro, debemos recordad que esto no es lo natural, o no debería, aunque muchos se esfuercen diariamente en hacernos creer que sí.

Tras algo más de una semana de protestas, la huelga del metal que moviliza Cádiz ha tenido algún que otro disturbio reseñable. Y ante los incidentes, siempre hay quien criminaliza cualquier lucha en busca de más derechos y mayor calidad de vida para un sector en peligro de extinción en la capital gaditana. Un machetazo más a la industria de una Andalucía que parece condenada a vivir del turismo y la hostelería, un sector este último, por cierto, cuyas condiciones laborales tampoco son la panacea.

La realidad es que a casi nadie le gusta ver arder contenedores, las calles cortadas o a los trabajadores enfrentándose violentamente a la policía. No son agradables los disturbios ni los enfrentamientos, pero, en ciertas ocasiones, son lo único que queda. Se pide una subida salarial que la Patronal considera excesiva tras el impacto de la crisis provocada por la pandemia, sin pensar, una vez más, en las neveras ni en la tranquilidad económica de quienes hacen posible el trabajo metalero.

En definitiva, una controversia que vuelve a poner en claro un problema de base en la sociedad andaluza y gaditana. Las redes también hablan y, como ha comentado un famoso tuitero andaluz, "a ver si algún día tenemos la oportunidad de salir, en esta tierra, a la calle, a quejarnos de que cobramos demasiado y no de que cobramos demasiado poco, ni de que la industria se fue, ni de que turismo, turismo y turismo, ni de que aquí no hay futuro, ni de que así no se puede vivir".

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