Análisis

Juan Antonio Vital Santos

La verdadera amistad entre los cofrades

No podríamos comprender en toda su profundidad los aspectos teológicos y en general todo lo que es vivir nuestra fe como cofrades si no abordáramos la importancia que tiene la palabra amistad entre los hermanos de nuestras hermandades.

Los últimos acontecimientos vividos en nuestra Semana Santa, entre hermanos y juntas de gobierno, son fuente de mucha tristeza y a la vez de un claro desconocimiento de la naturaleza eclesiológica y de la misión que una hermandad tiene como fin realizar.

Porque la primera misión de una hermandad es la de aprender a vivir los hermanos como verdaderos amigos, después llega la expresión exterior y el culto público de nuestras imágenes. Nuestro gran reto es reconocer como la amistad vivida en las hermandades es un don que el hombre recibe de Dios, de Cristo y de la Iglesia, como algo que se vive y se comunica a los demás. Este don, que es el amor, tiene su principio en la naturaleza revelada por el Misterio del Padre, en Jesús y en el Espíritu.

La categoría amistad cristina implica, a nivel ontológico, una moralidad nueva que tiene su correspondencia visible en una compañía que está en relación con el destino de los hombres. En palabras del sacerdote y teólogo italiano Luigi Giussani, las relaciones entre los cristianos se definen “como relación con Cristo, en el que mi destino y el de todos los hombres se ha hecho compañía; tú lo reconoces, como yo, entonces nos abrazamos y entonces somos amigos”. Esta relación con Cristo es lo que el evangelio de San Juan nos ofrece como el argumento trinitario principal para profundizar en esta categoría: «No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer».

Llegados a este punto, la amistad debe ser una tensión continua que no aspira a la perfección humana sino a la santidad como identificación con Cristo, es decir la adhesión en el misterio de la comunión que define al hombre por esta habitado por Otro, que genera una nueva conciencia de sí mismo, haciendo posible incluso el sacrificio de sí mismo por amor. Por todo esto, el comportamiento que debemos tener los cofrades entre nosotros y sobre todo a la hora de superar nuestras diferencias está fundamentado en el amor, teniendo como ejemplo al mismo Jesús cuando nos dice: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mc 12,31).

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