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Cuarto de Muestras

Amaguitos

Uno y otro quieren gobernar, por eso sus discursos son idénticos

Nunca sé si lo de García-Page es de verdad o de mentira. Cuánto hay de cabreo, cuánto de sobreactuación y cuánto de cálculo interesado. Muchos le llaman valiente cada vez que muestra su aireada discrepancia con la dirección del partido. Otros se preguntan por qué se queda ahí, en el efímero desahogo ante los micrófonos que le ponen por delante. Por qué no va más allá dentro de su propio ámbito de actuación política y militante. Pareciera que no conoce eso tan visceral de “Los míos, con razón o sin ella”. O sí.

A mí me divierte escucharle, apreciar su gesto contrariado mientras calibra sus palabras para no quedarse ni corto ni largo. En su cara de disgusto hay siempre una expresión de sorpresa como si acabara de defraudarle un buen amigo del que no esperara más que cosas buenas. Su tono es siempre contenido desmintiendo cualquier atisbo de visceralidad. No, cuando García-Page habla no hay incontinencia ni impulsos incontrolables, hay desengaño. Nada que ver con el primitivismo adolescente de Oscar Puente (ese chulo Pichi que castiga de la revista Las Leandras).

García-Page sabe dar pellizquitos de monja que no hacen demasiado daño, pero molestan una barbaridad. Su discurso se compadece mal con sus reacciones. No se comprende que sufra y exprese una grave traición al espíritu de su partido, pero anteponga su lealtad a la persona que precisamente ha cometido la traición. La única explicación a tanto equilibrismo entre el enfado y el perdón es un estudiado cálculo de futuro. García-Page es esa madre que protesta por la mala conducta de su hijo, pero no la impide hasta que por fin puede sentenciar su frase lapidaria del “Eso lo estaba yo esperando, te lo dije” y entonces su autoridad sale reforzada y el hijo consentido queda en evidencia.

Sí Sánchez nos dice que no habrá amnistía y después la hay, García Page nos asegura que no tolerará bajo ningún concepto un acuerdo con los separatistas y después lo consiente. Uno y otro quieren gobernar, por eso sus discursos son idénticos. Les gustan a ambos los cambios de opinión. Mientras García Page muestra sus enfaditos bienintencionados el sillón del presidente es vapuleado por unos y otros. No se apuren, García Page ya tiene preparado su traje de luto que antes que tarde sabrá aliviar como aquel barón del partido que nos venía avisando de lo que iba a pasar. Ya está preparando su candidatura a presidente.

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