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Relaciones Humanas

Manuel Fernández / García-Figueras /

Amigo, cuñado y compadre

La dureza de la vida nos pone a veces en unas situaciones de tristeza, de desconsuelo, de abatimiento, de desazón y de pena por algo negativo que se apodera de nosotros y que no logramos desviarlo de nuestra realidad ni de nuestra imaginación. Fundamentalmente ocurre en circunstancias de duelo, cuando desaparece alguien que ha sido parte importante en nuestra convivencia. Nos pueden consolar los fundamentos religiosos y la formación en valores humanos pero lo cierto y verdad es que la tristeza invade nuestra mente y nuestro cuerpo.

Esta es precisamente la sensación que me ha quedado tras la muerte de Miguel García de Luján y Gil de Bernabé , mi amigo, cuñado y compadre. Estos tres lazos nos unían fuertemente y gracias a ellos nuestra relación fue intensa, cercana y muy natural. Los dos éramos de familias 'cortas' de hermanos y ello nos hizo estar más unidos en nuestra vida diaria y, sobre todo, en las celebraciones familiares de vacaciones, veraneo, Navidad.

Su amistad me llegó allá por los años 50 por estar Miguel en la pandilla juvenil de mi hermano. Heredé el entrañable tesoro que supone un buen amigo. Éramos cuñados porque me casé con su hermana Cristina, a la que Miguel siempre llamó 'la niña', y alcanzamos el grado de compadres cuando fui padrino de bautizo de su hijo Álvaro. También he sido testigo de su modélica relación con sus hermanos, impregnada de verdadero cariño, y de su más absoluta entrega a su mujer y a sus tres hijos. Todo ello ejerciendo constantemente una impecable y sobresaliente jerezanía.

Para dejar constancia de quién era y cómo era Miguel harían falta muchas páginas del periódico y siempre nos quedaríamos cortos para expresar su personalidad, simpatía, don de gentes, amabilidad. Por ello voy a tratar de resumir todo en una definición precisa y muy descriptiva: Miguel fue un Maestro de la Amistad y, como tal, un fundador de tertulias y reuniones. En Jerez, en Madrid, en Córdoba y donde estuviera más de veinticuatro horas, Miguel organizaba rápidamente un grupo de amigos y hacía realidad aquello de que la tertulia es siempre sinónimo de sosiego, paz, amistad y comunicación humana. Tenía una habilidad especial para poner nombre a sus tertulias y en ellas era habitual oírle decir "sosegaos" cuando surgía alguna discusión acalorada.

Miguel García de Luján fue también el autor y protagonista de miles de anécdotas y todas ellas divertidas y simpáticas. Si se lograra reunir las que podrían contar sus amigos se llegaría a un best-seller que serviría como libro de texto en las Escuelas de Humanidades y en las de Relaciones Públicas.

Muchos otros calificativos estaban muy unidos a Miguel: afable, sencillo, humilde, tolerante, ameno, generoso, de exquisita educación y trato, etc. En definitiva 'un señor con mucho arte', elogio que más de una vez le dedicaron en vida.

Para terminar este breve comentario, salido del mejor de los afectos, reproduzco dos veredictos que considero muy indicados y muy acertados. El primero de ellos de nuestro común amigo Patricio Pemán, escrito en los Estatutos de una de las tertulias de Miguel y en el que elogia "los criterios liberales, estoicos y epigramáticos que informan el espíritu del fundador". El segundo es de San Agustín y dice que "la muerte de los justos es preciosa a los ojos de Dios".

¡Descansa en paz amigo, cuñado y compadre!

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