
Santiago Cordero
La herencia
Descanso dominical
El de los parques temáticos es un tema recurrente en esta gacetilla. Ya saben ustedes que en Jerez hubo varios intentos de levantar uno de estos megacomplejos. Los proyectos que más sonaron, ‘Sherrywolrd’ primero y ‘Speed Festival’ años después, fueron tan mastodónticos y descomunales como el eco de su fracaso, que todavía se deja sentir rebotando entre las paredes de algún juzgado al borde del colapso.
Aún estamos a tiempo. De hecho, hoy podríamos aconsejar a los inversores interesados en estas lides. Medio trabajo lo tienen hecho, se pueden ahorrar un pico. Si lo que imaginan es un lugar con emoción a raudales, caídas vertiginosas, subidas y bajadas, pendientes imposibles, giros trepidantes, brincos y sacudidas inolvidables, ya lo tienen. Se llama calle Caballeros. En pleno centro de la ciudad. ¿Han probado ustedes a conducir por este enclave del callejero jerezano? Sólo falta un cartelito a la altura del bar Las Banderillas advirtiendo a los usuarios que la atracción no es apta para embarazadas, cardíacos y dolientes de cervicales. No en vano, es muy probable que Caballeros sume más baches y boquetes que cualquier camino de cabras de Yibuti, Eritrea y todo el Cuerno de África. Así es desde hace varios lustros. Llegar al volante hasta la esquina con Pedro Alonso proporciona una friega épica de cada una de las piezas de tu osamenta, incluidas las dentales. Se siente uno Elvis la pelvis.
Para los muy cafeteros existe otro paraje en Jerez aún más divertido a la par que tremulante. Aquí la experiencia dejará sin aliento tanto a conductores como peatones. Es para todos los públicos. Cualquier montaña rusa del planeta, por muy bestia que sea, palidece al lado de los empinados remontes, saltos al vacío, agujeros negros, volteretas y cabriolas de un rincón repleto de sorpresas a cada paso. Habría colas para acceder a esta encrucijada de calles: la Barriada España. Para mí lo más bonito es que el disfrute siempre lleva aparejado el contacto con la naturaleza. En concreto, el contacto con las raíces de los árboles, que, gracias a un original diseño en 3D parecen quebrar el asfalto y rebosar por las aceras en una aventura sin fin. No hay un centímetro de calle sin riesgo. Es nuestro ‘Jumanji’ particular. Con todos los respetos para Port Aventura, Disney o Isla Mágica, no tienen nada que hacer.
Será una gran oportunidad de negocio para clínicas de fisioterapia, traumatólogos, fábricas de amortiguadores y talleres mecánicos. Si hay turistas que van a Chernóbil, otros que gustan de dormir en cementerios y hasta quienes practican supervivencia rodeados de bichos en la selva de Guyana, seguro que encontramos público para esta ruta de los baches de Jerez. Espero que, después de tantos años y ahora que le estamos viendo color, no le dé al Ayuntamiento por arreglarlo.
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