Carlos / Colón

Carta abierta a un lector de Montaigne

La ciudad y los días

11 de agosto 2016 - 01:00

AMIGO Tacho Rufino: tras el café "desatascador", oír a la grosera madre decirle a su inevitablemente grosera hija "¡hostia, Ainara!, ¡qué sueño más guapo!, ¿no?", desistir de hacer una cola interminable en la farmacia e intentar en vano dar con la biblioteca, te confortaste leyendo a quien siempre vale la pena leer: "Un ensayo de Zweig sobre Motaigne me reconcilia con la experiencia [de la quincena en la playa]. Llámenme pedante o blasfemo, pero ahí va el corolario: 'Pocos hombres en el mundo han combatido con mayor honradez y pasión por mantener su yo íntimo al margen de la espuma turbia de la agitación del tiempo".

Ni pedantería ni mucho menos blasfemia, amigo mío. Al contrario: leer en la playa a los mejores es un ejercicio liberador. Zweig y Montaigne en chanclas, sí. En mi caso están conmigo en chanclas González de Cardedal, Galsworthy, Chesterton, Yehoshua e, inevitablemente, Conrad. Y contemplando los árboles o frente al mar los leo con una libertad que no disfruto el resto del año. Porque esa "espuma turbia" no está hecha sólo de vulgaridades playeras, de las que es relativamente fácil aislarse, sino sobre todo de las pedanterías intelectualmente clasistas de los preciosos ridículos (¡bien por Molière!) que pervierten la cultura convirtiéndola en distinción, medro académico o estéril culturismo intelectual. De esta otra "espuma turbia" es más difícil aislarse, te lo aseguro, que de las ordinarieces playeras.

Así que ánimo, amigo. No ser vulgar no significa ser pedante. Mientras te escribo suenan en mi apartamento de playa las canciones isabelinas de Dowland sin desentonar de la luz pura de la mañana y del suave cabeceo de los árboles que dan su razón de ser a la terraza. En otros momentos sonarán Gould, Sinatra, Patsy Cline, Bessie Smith, Gershwin, The California Ramblers o John Barry; y en la larga siesta de lectura y cabezada sonará ese único sonido más hermoso que la música: el silencio apenas rozado por el rumor de las hojas. Si alguien lo toma por pedantería, lo siento por él. En el recomendable Breviario de saberes inútiles escribe Leys: "La necesidad de rebajar a nuestro miserable nivel, de desfigurar, de ridiculizar y de desacreditar cualquier esplendor que se eleve por encima de nosotros, probablemente sea el impulso más deplorable de la naturaleza humana". Un abrazo. Y recuerdos a Zweig y Montaigne.

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