HABLADURÍAS

Fernando Taboada

El Chafardero Indomable

24 de enero 2009 - 01:00

ME gustó el artículo de Eduardo Jordá. Comparaba al presidente del Gobierno, junto a su presunto rival, con Mortadelo y Filemón. La comparación puede resultar algo forzada ya que el actual inquilino de la Moncloa no usa gafas de pasta como las que usa Mortadelo, y tampoco el líder de la oposición suele llevar la pajarita y los pantalones colorados que hacen inconfundible a Filemón. Pero por lo demás, sobre todo en su actitud ante la crisis, coinciden bastante con la simpática pareja de los tebeos.

No es fácil, en cualquier caso, decidir quién copia a quién. Resulta casi imposible saber si es Ibáñez el que se basa en las personas reales para escribir sus historietas o si, al contrario, son esas personalidades de la vida pública las que se inspiran en los tebeos para tomar las decisiones importantes que tienen que tomar a diario. Sea como sea, lo cierto es que el parecido entre la política real y el esperpento puede acabar siendo asombroso. ¿O no parece una historia de Anacleto la que están viviendo ahora en la Comunidad de Madrid? Un caso de espionaje como el que acaban de destapar (en el que solo faltaba que los agentes secretos hablaran a través de un "zapatófono" como hacía el propio Anacleto) podría contarse en viñetas para hacer las delicias de grandes y pequeños.

Puestos a buscar parecidos razonables, ¿no recuerdan esas fotos recientes que se ha hecho Aznar, togado y con birrete, a la figura del insigne Profesor Tragacanto? Y el ministro de Exteriores, maestro en el despiste y la chuscada, ¿no pasaría por ser la encarnación misma de Rompetechos? Don Óptimo, tan satisfecho siempre con todo, podría trabajar en la vida real como jefe de informativos en cualquier canal autonómico. Y cuando nos hablan de pleno empleo en Andalucía, ¿quién no recuerda a Pepe Trola, aquel mentiroso, compulsivo y encantador? La lista se hace inagotable, pues el abuelo Cebolleta ha resucitado con sus batallitas gracias a una ley como la de memoria histórica, y las intervenciones de algunos urbanistas indecisos, que abren y cierran el mismo socavón sin parar, o reforman la misma calle una y otra vez, ¿no hacen pensar que los tebeos de Pepe Gotera y Otilio fueron libros de cabecera durante su paso por la Universidad?

También estaba Troglodito, a quien se puede identificar con algunos nacionalistas; y Carpanta, tan actual si nos olvidamos de la vestimenta. O el Doctor Cataplasma, pionero en la acogida de inmigrantes, con su criada Panchita. Es curioso, pero prácticamente el cien por cien de las personas a las que he preguntado por Doña Urraca se han referido a la vicepresidenta primera del Gobierno. Sus razones tendrán.

No me cansaré nunca de reconocer los buenos ratos que debo a La familia Trapisonda, a Doña Tecla Bisturí o al calzonazos de Don Pío. Sin olvidar, claro, a Deliranta Rococó, tan dada ella a la "espantajería" y al perifollo. Pero no, hoy me he propuesto no hablar de política local.

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