Cambio de sentido

Colarse

Necesitamos gobernantes dispuestos a ser de veras los primeros por la cola. ¿Los hay?

En el extranjero no me estreso haciendo cola; nadie se cuela. No me refiero, con complejo de inferioridad, a esos países tan funcionales, cívicos y soseras que muchos admiran; en el trajín de Tánger, mismamente, sé que estoy a punto de cruzar a España cuando en la cola del Ferry se me ponen por delante dos listas. "Ay, perdón, creía que era la misma cola para todo", disimula el tipo que se cuela por la escuadra en todos los supermercados, más aún en estos tiempos. En España hay propensión a saltarse la cola diríase que por deporte. Me resisto a argüir el manido argumento de que España es la cuna de la picaresca. De eso hace 500 años, cuando no vivíamos en un estado de derecho. Pero cierto es que en la mentalidad de muchos pervive la convicción de que, si no tienes malicia, eres tonta. Incluso hay quien se pregunta con estupor cómo pueblos notablemente más cándidos, como es el caso de los gringos, han podido hacerse los dueños del mundo. Quizá es por ello. Al final del camino no hay nada para el buscón, la tonta lista, el servil, la aduladora, el descuidero, el lamedor. Sus actitudes míseras atraen triste miseria.

El caso de los políticos y altos cargos que se han colado en el turno de vacunación ha traído cola. El manoneo de siempre nos ha afligido y escandalizado hasta el tuétano. En estas circunstancias, la sordidez de quienes, aprovechando su posición de poder, se han puesto la vacuna antes que los ancianos, las personas de riesgo y los sanitarios, alcanza cotas desgarradoras. "Es que si no se iba a desperdiciar", "yo pasaba por allí", "me insistieron…", balbucean. Quienes inyectaron esas vacunas, ¿lo hicieron sin revolverse? Escucho a Martínez Almeida defender que se vacune cuanto antes al Gobierno y a la cúpula militar; leo a Albert Rivera abogando por la vacunación de los gobernantes para que así estén disponibles las 24 horas. A estas alturas de la gestión -manifiestamente contradictoria, oportunista, cortoplacista y errática- de la pandemia por parte de las administraciones, tengo la sensación de que, más que nada, sufrimos demasiadas decisiones políticas y sus consecuencias. "¿Para qué políticos así en tiempos de pandemia?", dan ganas de preguntarse, remedando a Hölderlin. Los políticos que hacen falta jamás anteponen su interés personal o partidista, ni su ganancia de pescadores, al interés general y a salvar vidas humanas. Necesitamos gobernantes dispuestos a ser de veras los primeros por la cola. ¿Los hay?

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