¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Corazón de cerdo

La noticia del trasplante de un corazón de puerco a un humano es una cuarta herida narcisista para el hombre

España se engaña cuando se autoproclama como el país del toro. El verdadero príncipe de nuestras dehesas, ya se sabe, es el puerco. Ni siquiera churras y merinas, antiguo orgullo de las cañadas de Castilla, le hacen sombra a este animal que en siglos pasados sirvió como test para la detección de criptojudíos y moriscos. Quizás nuestra adoración por jamones, chacinas y mantecas sea una última brasa de aquel espíritu antisemita que tuvo en Quevedo a su principal bardo. "Yo te untaré mis obras con tocino", le decía el mamón de don Francisco a Góngora para insinuar sus raíces hebraicas.

El guarro, que es como le llaman los hombres del campo, está de moda estos días en periódicos y tuits. Primero por la polémica de las macrogranjas, muchas de las cuales tienen a los cerdos como distinguidos inquilinos, después por el anuncio de que en EEUU (que pese a lo de Kabul sigue siendo el país de las maravillas) han trasplantado un corazón de cerdo a un humano. La euforia ha sido tal que nadie ha caído en que estamos ante la cuarta herida narcisista del hombre. Tras las tres anteriores (Copérnico, Darwin y Freud) ahora nos topamos con que nuestro corazón, el que creímos el órgano que albergaba los sentimientos más nobles, puede ser sustituido por el de un simple y sucio marrano. Hemos pasado del orgulloso corazón de león del hijo de Leonor de Aquitania, Ricardo I de Inglaterra, al inseguro y doliente corazón de cerdo de David Bennet, un sencillo ciudadano norteamericano que lo único que le pidió al cirujano fue sobrevivir a la operación, que es lo que suelen desear la gran mayoría los que pasan por un quirófano.

El uso del chancho como futuro proveedor de órganos a los humanos plantea numerosas interrogantes. Habrá que ver la oposición del animalismo y la recepción en las culturas semíticas, que lo consideran un animal impuro. ¿Será el Islam capaz de crear una cirugía halal?- Sin embargo, para los españoles puede ser una oportunidad. Quizás en el futuro los mejores corazones de cerdo no sean los que se crían en siniestras macrogranjas sanitarias, sino en abiertas dehesas medicalizadas, como en la actualidad no se puede comparar el jamón rosáceo que se elabora las fábricas cárnicas con el que se cura en los secaderos ibéricos. Claro que el precio de esos órganos de pata negra será mucho más caro que los elaborados por el método de la ganadería intensiva. Es decir, que sólo se lo podrán permitir los más ricos y aumentará la desigualdad. La ciencia nunca avanza sin plantear dilemas morales y sociales.

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