Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Crapulosos

RESULTA curioso leer opiniones, que pretenden autorizadas y exigen sean tratadas como “ex cátedra”, de los que, a menudo, contribuyen a hundirnos en la más miserable de las ruinas, y de otros a los que aún les quedan ganas de seguir tratando de hundirnos. Es el sanedrín de los “sabios”, demagogos y charlatanes, que se hacen llamar “sindicalistas”, ese contubernio en el que destacaron dos entre lo peor que por ahí ha pasado: Méndez y “Toxo”. “Huidos”, hasta hoy, del dictamen de la opinión pública, sin responder de tanta tropelía cometida y de tanta aberración protagonizada.

Entre otras lindezas, esta lacra que usurpa el papel de “defensor del trabajador”, se permite los lujos de dictar, no aconsejar, dictar, las medidas económicas que deben tomar este o aquel Gobierno para reactivar la economía, fomentar el consumo, agilizar el crédito bancario, favorecer el crecimiento y, en fin, crear empleo y poder mejorar la calidad de vida. Ellos, que no tienen pajolera idea de lo que es crear una empresa; destruir, sí, de eso si que saben.

Ellos, que están donde están sin que nadie sepa muy bien porqué. Ellos, que han vivido de subvenciones millonarias, en muchos casos, mucho más que dudosas, en lugar de las cuotas de los asociados que voluntaria y libremente estuviesen adscritos al sindicato que representan, como debiera ser. Ellos, que han colocado a sus representantes en Consejos de Administración de Cajas de Ahorro, de cuyo nombre no quiero acordarme, que nos han engañado, timado y expoliado a casi todos los que teníamos dinero en ellas; cobrando asignaciones escandalosas por haber mal gestionado las entidades y haber contribuido a provocar su descalabro y el nuestro. Ellos, que permanecieron “desaparecidos”, cual meretrices en Viernes Santo, mientras el “socialista” Zapatero incrementaba la lista de parados hasta los casi seis millones, pero echaron “los tanques a la calle” cuando Rajoy nos sacaba de la crisis ignorada por su antecesor. Ellos, que callaron y callan con los “ERE” fraudulentos, en los que colocaron a muchos de los suyos, permitiendo, en lugar de denunciar, que ese desmadre bochornoso y vergonzante continuase durante años. Ellos, pretenden “mostrarnos” como ha de ser el camino para conseguir al “estado del bienestar” … será el suyo, claro.

Lo que no sé, es como en este país pasan las cosas que pasan y, a pesar de lo que ha pasado y pasa, nunca pasa nada...

Las gentes pueden mentir, engañar, defraudar, corromperse, robar… da igual, ¡no pasa nada! Nadie dimite, a casi nadie investigan, a muy pocos imputan, a menos aún juzgan, a cuatro gatos condenan y, al final, a nadie encierran el tiempo que la Ley impone.

Es una patente de corso silenciosa y enmascarada; es un cheque en blanco que parece nadie haber firmado, pero que todos llevan en la cartera; es una vergüenza que nos califica a todos: a los culpables y a los que lo permitimos.

Tengo un dossier de información en mis archivos que, fácilmente, pesa más de seis quilos. Seis quilos largos de papeles y artículos con datos que me da miedo repasar, seleccionar, resumir y trasladar, entre otras cosas, porque no deja de crecer y crecer, nunca cesa de aumentar y, claro, las nuevas “incorporaciones” dejan obsoletas a las más antiguas; la variedad y la sustancia de todo lo que es público, a saber lo que hay que no lo es, es de tal envergadura que necesitaría mucho tiempo, y ganas, para ponerme al asunto. Pero da igual, casi todos ustedes saben de lo que les hablo y, como es este tan sólo un corto artículo semanal, he de limitarme a lo esencial.

Estos señores, a los que me estoy refiriendo, amenazan, siempre con “medidas de fuerza”, si no se hace lo que ellos “recomiendan”; “avisan” de un “endurecimiento” de la “tensión” social si no se impone su opinión sobre todas las demás; eligen el momento para que sus paparruchadas, en forma de supuestas huelgas democráticas, hagan el mayor daño posible al ciudadano, o sea, al trabajador, sin embargo, cuando la situación es tan escandalosa como para estar las 24 horas en la calle y no abandonarla, callan como miserables porque el desgobierno que les baila el agua ha “regado” generosamente sus arcas. Basándose en una capacidad de convocatoria real, muy bien estudiada, organizada y trabajada, pero que nadie, a nivel popular, democrático y real, les ha otorgado; se atribuyen una representatividad que en absoluto existe, pero que no dudan en equiparar a la de un Gobierno –el que sea- elegido, este sí, libre y democráticamente en las urnas por todos los españoles. El acabose, vamos.

De crapulosos -sinvergüenzas- estamos “sobraos” en España, no nos hacéis ninguna falta. Sindicalistas, de verdad, sí: vosotros, para nada, sois una vergüenza insufrible. Ya sabemos, los hechos lo constatan, que intereses son los que defendéis, y no son los de los trabajadores, son los vuestros, por encima de todo, y antes que nada: los vuestros, luego… los vuestros, y después, cuándo os interesa o conviene o no queda otra, los de algunos compañeros que os puedan salvar el culo. Sois un lastre obsceno y bochornoso.

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