Tierra de Nadie

Alberto Núñez Seoane

Cuarenta millones

Cuarenta millones de euros es lo que se va a ahorrar la empresa “Ferrovial” al trasladar su sede social a Holanda. No es que en este país no se paguen impuestos, muy al contrario: es uno, de los de la Unión Europea, con la fiscalidad más alta; la cuestión es que, en España, la presión impositiva excede de lo asumible, incluso de lo legal: nuestra Constitución dice que los impuestos no pueden ser confiscatorios, y, ahora, lo son.

Pagamos, mucho más que demasiado, por todo, sin embargo, nuestros derechos se limitan y coartan por días. Pagamos por consumir, por ahorrar, por comprar, por vender, por tener, por dar, por vivir y hasta por morir. Pagamos un IVA que no sopesa las necesidades básicas de las personas, incluida la electricidad, el gas, el agua, los medicamentos, por desgracia, necesarios, la atención médica, los hospitales, el pan, alimentos para bebés, las comunicaciones, y hasta los gastos funerarios; pagamos, cantidades excesivas, por comprar una vivienda digna en la que vivir y continuamos pagando, todos los años -el IBI-, por seguirla teniendo, y volvemos a pagar, barbaridades, si la queremos vender, no para especular, si no parar adquirir otra en la que se pueda acomodar la familia cuando crece, o por un traslado de domicilio, por ejemplo. Pagamos al comprar un coche -instrumento imprescindible de trabajo o para trabajar, para casi todos-, y seguimos pagando por circular con él, aunque las carreteras se caigan a pedazos y en muchas ciudades no nos dejen conducir por gran parte de ellas, y seguimos pagando por pasar una ITV sanguinaria, caprichosa y, en la mayoría de los casos, absolutamente inútil, y continuamos pagando por el combustible, la mitad de su precio son impuestos.

Hacienda se queda con una parte exagerada de nuestro sueldo, antes de que lo cobremos, de muchas pensiones, ya de por sí del todo insuficientes para sobrevivir; se queda, por adelantado, con una tajada vergonzosa de los beneficios de las empresas, no importa si están en una difícil situación, si van a peor, o a punto de la quiebra. Hemos de pagar si prestamos o damos dinero a quien lo necesita, aunque esté en paro y no tengan ni para comer; si tenemos la suerte de que nos toque un premio en cualquier juego de azar o concurso; si recibimos un dinero, logrado y guardado con mucho esfuerzo, cuándo nos jubilamos; o si recibimos, de vuelta, lo invertido ayer. Tenemos que pagar hasta por heredar lo que nuestro padres consiguieron a base de sacrificio, privaciones y mucho trabajo, a pesar de que ya ellos pagaron cuándo lo compraron y siguieron pagando mientras lo tuvieron … ahora, que ya no están, o volvemos a pagar o nos quitan, roban diría yo, lo que fue de ellos y debería ser nuestro, para que luego lo sea de nuestros hijos, y no me refiero a fortunas considerables ni grandes patrimonios, hablo de una vivienda sencilla, los ahorros en el Banco, o las pertenencias familiares. Esto no es “cobrar impuestos”, que todos aceptamos y asumimos como necesarios, esto es despojar, esquilmar, arruinar al ciudadano de a pie, indefenso ante la poderosa maquinaria confiscatoria de un Estado desvergonzado, insaciable y ladrón.

La otra cara de esta moneda que no tiene cara, sólo dos cruces, es lo que hacen, quienes gobiernan el Estado, con el dinero que nos quitado, incautado o, directamente, robado; y esto, es lo peor del asunto que hoy nos ocupa.

Hay naciones, Finlandia o Noruega, por ejemplo, en las que la presión fiscal es más alta que la que nos imponen en España, dirán algunos lumbreras con espurios intereses, y es bien cierto. La cuestión es que en esos países, y en algunos otros también, los ciudadanos reciben bastante más de lo que dan, o sea: de lo que pagan. Las prestaciones sociales, ayudas al paro, subvenciones … legitimas ¡eh!, no a chiringuitos de amigotes, cuantía de las pensiones, hospitales, residencias para mayores, colegios, infraestructuras generales, coste de los suministros, etc.… son inimaginablemente superiores, más adecuados y eficientes que los que tenemos aquí, porque es lo que quien nos desvalija nos da.

De modo y manera que “Ferrovial”, con los cuarenta millones de euros… ¡al año!, que se va a ahorrar por no tener que pagar las imposiciones abusivas con las que aquí le quieren cargar, puede comprar, por ejemplo, una nueva sede, en una de las ciudades más caras de Europa, va a contar con más recursos para invertir, mejorar las condiciones de sus empleados, o aumentar la retribución a sus miles de accionistas, que son los dueños de la empresa y los que la han hecho posible, a ella y a toda la riqueza que ha creado, justo es que obtengan beneficio por ello.

Ha sido la primera en irse, por desgracia, mientras las cosas sigan como están, no será la última. Cuarenta millones, de más, son muchos millones… de más.

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