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tribuna libre

Antonio Gómez / Presidente De Madre Coraje

Diálogo con un egoísta

ÉRASE una vez un hombre vestido con un pantalón de pana y camisa de cuadros que viajaba mucho. En uno de sus viajes se le sentó una persona a su lado, bien vestido, con un bastón y con ganas de hablar. Enseguida comenzó a charlar con su compañero de viaje.

-¿Dónde va usted?, le dijo el recién llegado.

-Voy a Madrid -le dijo-, con el fin de ayudar a un familiar mío que se ha quedado sin trabajo, para que venga a mi casa, con mi familia, hasta que encuentre trabajo, porque donde comen cinco pueden comer seis.

La persona bien vestida le respondió:

-Usted está loco, ese familiar puede tardar en encontrar trabajo meses, además, ¿usted cree que le va a devolver el favor cuando usted lo necesite?

Un poco molesto le contestó:

-¿Qué dice usted? Me insulta. Yo no espero, ni busco, que me devuelva el favor. Cuando le he ofrecido mi ayuda, lo he hecho desinteresadamente sin esperar nada a cambio. ¿Acaso hacer un favor es una moneda de cambio?

-Si usted no mira por sus intereses, los demás no van a mirar por los suyos, dijo el hombre bien vestido.

-Yo pienso -le respondió- que siempre, primero son los intereses de los demás y después mis propios intereses, así me lo enseñaron y así siempre lo hago.

-Pues yo no pienso así, dijo su compañero de viaje. Pienso como dicen los refranes "por la caridad entra la peste" y "primero son mis dientes que mi pariente".

El hombre del bastón, para suavizar la conversación, le preguntó:

-¿Cuántos hijos tiene usted?

-En casa, le dijo, estamos mi mujer, mi madre, mis dos hijos y este familiar que se va a incorporar con nosotros.

La persona bien vestida con extrañeza le respondió:

-¿Su madre vive con ustedes? Mi mujer y yo hemos ingresado a mi padre en un asilo de ancianos y por Navidad vamos a visitarle. No podemos ir a visitarle más veces porque nos incordia mucho y perdemos nuestra libertad.

-¿Qué sólo le van a visitar en Navidad?, le preguntó sorprendido. Cuando ustedes eran niños, ¿acaso no incordiaban mucho más a sus padres? ¿No les quitaban su libertad, su intimidad, su tiempo libre…? Cuando su padre vea que a otros residentes del asilo les van a visitar sus familiares, al menos un día a la semana, y nadie le visita a él ¿cómo cree que se va a sentir su padre? ¿A usted le gustaría que sus hijos hicieran lo mismo con usted? ¿Acaso no tiene ningún tiempo libre para dedicarlo a su padre?

El compañero de viaje le dijo:

-Claro que tengo tiempo libre, pues estoy jubilado, pero después de cuarenta años trabajando en una empresa, tengo derecho a descansar, a disfrutar de mis aficiones y a no tener ninguna responsabilidad, no como algunos compañeros míos que encima de lo que han trabajado toda su vida, están ahora trabajando como voluntarios y para el colmo de la tontería, alguno ha asumido responsabilidades en una ONG.

La persona con la camisa de cuadros le contestó:

-Que ya no tenga responsabilidades laborales, no significa que no siga teniendo responsabilidades familiares y responsabilidades sociales. Convivimos en una Sociedad y por tanto tenemos obligaciones y derechos. Mientras que nosotros disfrutamos de muchos privilegios sociales como la sanidad pública, buenas infraestructuras… hay seres humanos que no tienen lo más imprescindible para vivir dignamente y nosotros no podemos eludir esta responsabilidad social, por el hecho de que nos hayamos jubilado o porque no queremos tener más responsabilidades. El emplear el tiempo libre para trabajar por los más necesitados, como voluntario, es un acto de responsabilidad social y aceptar en una ONG una responsabilidad de forma gratuita, es un gesto de una gran generosidad, no es ninguna tontería.

Cuando llegaron a su destino, la persona egoísta, se fue meditando preocupado y la persona con espíritu de gratuidad, se fue también preocupado, pensando si habría muchos como su compañero de viaje.

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