LA primavera la sangre altera. Pero podemos concluir que acaba dañando al aparato circulatorio y al plasma que llega a las neuronas. Es por ello, que estamos en días de locura, de demencia o de idiocia cerebral porque no de otra manera se puede explicar que sigamos empecinados en ser protagonistas indirectos de una actualidad que nos intenta manipular.

La ciudad del paro por antonomasia y de la falta de infraestructuras por decreto, se dedica a servir de cuadrilátero improvisado de agrupaciones políticas en busca de voto en la calle Doña Blanca, en la calle Larga o en cualquier esquina, ejemplificando a las claras la apuesta populista de los partidos para engañar al personal, haciendo una oda al tú más, hablando al votante como si fuera tonto y pasando de puntillas por los verdaderos problemas que tiene la ciudad. Los andaluces somos, en realidad, conejillos de indias para las próximas elecciones nacionales que se avecinan y servimos de entrenamiento improvisado para las direcciones nacionales de todas las siglas, ofreciéndonos zanahorias vacías de contenidos y personajes más fatuos que se empadronan para poder conseguir nómina vitalicia de por vida.

Es igual que el caramelo del veinte por ciento de descuento en las gasolineras mientras por la gatera nos suben a los dos euros como por arte de magia. Lo de las andas de la virgen del Rocío no es más que una premonición. Llevar el peso de nuestras ilusiones a los hombros y a la vez sentirse engañado por ingenieros aeronáuticos encargados de la súper fibra de vidrio del futuro es el mejor ejemplo de lo que nos pasa. Nos agarramos a lo intangible, a los sueños, a lo que nos hace sentir vivos cuando observamos que la realidad nos entontece. Pero deberíamos ser capaces de darnos cuenta de lo que realmente sucede mucho antes de que las andas se rompan y nos despierten del sueño.

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