Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

'Espíritu Ismael'

Una furtiva lágrima como la de 'El elixir de amor' corre por sus mejillas cuando mira atrás y ve el camino recorrido. Y un brindis como el de 'La Traviata' celebra lo mucho que queda por recorrer. Ismael Jordi Oliva celebra, a sus 47 años, veinte años sobre un escenario como tenor. Tendría que haber sido esta primavera, pero como tantas otras cosas, ese momento se ha aplazado al próximo sábado 26 de septiembre en el teatro que le vio nacer como cantante, el Villamarta.

Un buen momento no sólo para recordar su trayectoria sino sus valores, tan importantes en estos tiempos en los que necesitamos modelos de conducta, líderes que nos ayuden a superar las dificultades y personas que encarnen en el esfuerzo un modelo de vida. Porque nadie regaló ni regala nada a quien es hoy uno de los mejores tenores del mundo. El alumno de Alfredo Kraus y Teresa Berganza, que siendo aún futbolista se tuvo que colar disfrazado en la selección del coro del Villamarta para comenzar el camino hacia un sueño, ha renunciado a muchas cosas propias de los jóvenes de su edad para llegar al lugar en el que está.

Y aún le queda mucho por recorrer en su carrera internacional. Hace años escribí que algún día muchos establecimientos de Jerez colgarán una foto suya como lo hacen en Módena con el retrato de Luciano Pavarotti, orgullosos de que un hijo suyo sea un referente en la lírica. Porque su carrera se cincela con toques finos, calculados y cuidados, con un instrumento más poderoso que su prodigiosa voz como es su cabeza. Y con una familia maravillosa (esposa, padres, hermanos...) que le ha apoyado en los momentos más duros.

Ismael Jordi no sólo es un cantante irrepetible sino que además ha sabido desde un primer momento planificar su profesión para dotarla de algo tan difícil como necesario como es la duración en el tiempo, huyendo de los cantos de sirena y el dinero rápido y fácil que acaba destrozando las cuerdas vocales. La suya ha sido y es una paciente, preciosa, elegante y plausible trayectoria que permite a los amantes de la lírica disfrutar mucho tiempo de sus dotes y dones, viendo cómo su voz va modulando y madurando con el tiempo, a la par que sus condiciones dramáticas.

Un regalo para una ciudad como Jerez tan necesitada de autoestima y un ejemplo para quienes consideren que la perseverancia, el esfuerzo y el sacrificio (como tantas y tantas semanas fuera de su ciudad en ferias, navidades, semanas santas...) son necesarios para conseguir cumplir los sueños.

Hace meses, el mejor tenista del mundo dijo de un jerezano, Benito Pérez-Barbadillo, su jefe de prensa, que "lleva el nombre de Jerez por todo el mundo", de aquí que hablase del 'espíritu Nadal'. De la misma forma podemos decir hoy que otro paisano suyo, Ismael Jordi, es la voz de Jerez en todo el mundo y ojalá que muy pronto las difíciles condiciones que tanto están impidiendo el trabajo de miles de profesionales de la cultura y el espectáculo le permitan debutar en Nueva York. Un escalón más de una carrera en la que se ha ganado a pulso, día a día, el aplauso general: lo máximo a lo que puede aspirar un artista. Felicidades, majestad, y que tu ejemplo, el 'espíritu Ismael', sea una semilla que fecunde en la ciudad a la que tanto quieres y que te quiere.

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