Jesús Benítez
David Gilmour, alma viva de Pink Floyd
En estos días que transcurren desde el inicio de la primavera hasta finales de la misma, a caballo entre las fiestas que hacen gala en nuestra tierra, el flamenco de Jerez despierta de su breve letargo y las peñas de la ciudad se engalanan y lo acogen en sus sedes para alegría de los aficionados.
Acontecía en nuestra querida ciudad el ciclo De Peña en Peña, cargado de numerosas actividades y recitales con el que saciar el insaciable apetito de los asiduos al cante. Más tarde se sumaba la peña de la Buena Gente, con su ya tradicional Concurso Nacional de Saetas, con el que pudimos deleitarnos de saetas interpretadas con el buen paladar de cantaores de tal renombre como Ángel Vargas, ganador del mismo.
A día de hoy, nos encontramos en el interludio de los ciclos primaverales organizados por estas peñas, como es el caso de las 'Noches de San Telmo', en mi querida peña La Bulería, o el ciclo 'La Primavera es Flamenca', en la ya mencionada Buena Gente.
La asistencia a las primeras partes de las mismas, con la veteranía y saber de Mateo Soleá en La Bulería, y la frescura y la gran puesta en escena de Kina Méndez en la Buena Gente, me han servido para reafirmar un pensamiento que me viene persiguiendo desde hace ya unos años, y que no deja dormir al inexperto aficionado que llevo dentro.
Todo surge al haber normalizado ya ser el único joven (exceptuando ocasiones, en la que coincido con otros jóvenes aficionados, aún siendo un ínfimo porcentaje del público), en acudir a estos recitales y conferencias, que nos brindan las peñas y asociaciones culturales, y, en numerosas ocasiones, en colaboración con el propio Ayuntamiento de nuestro municipio.
Tras ver el éxito del pasado festival 'Kriatura' que aconteció en nuestra ciudad hace escasos días, donde se realizaron diversas actividades y performances con las que poder acercarles a los jóvenes de Jerez y de fuera de este, lo que podríamos denominar unas breves nociones de flamenco, surgen dudas en mi persona. ¿Es este tipo de flamenco el que queremos preservar? ¿Estamos aprovechando bien todos los medios disponibles para despertar y arraigar al mismo en los más jóvenes? ¿Estamos sembrando bien la semilla, con la que en un futuro, cosechar nuevos aficionados que velen por el bien de este patrimonio que tenemos la suerte de poseer?
No quisiese ser tremendista, ya que, por suerte, conozco jóvenes interesados en aprender y nutrirse, ya sea como futuros entendidos en la materia o como la cantera de artistas que con el paso de los años, les puedo asegurar que no nos dejarán indiferentes a ninguno de los que vayamos a verles.
Pero para que esto sea así, no estaría de más darle una vuelta de tuerca a las formas de acercar el flamenco (en su acepción más purista) a los más jóvenes. Quisiera terminar el artículo lanzándoles una pregunta a ustedes que han tenido la deferencia de llegar hasta el final del mismo: ¿No sería bonito escuchar a los jóvenes jerezanos hablando sobre el orgullo de que en Jerez naciera la seguiriya, o lo bien que cantaban Antonio Chacón, Manuel Torre, y así un largo etcétera? Ahí os lo dejo.
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