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José Aguilar / Pilar Cernuda / Francisco Bejarano

Greenpeace en DinamarcaEl Rey y la miliciaLorca reencontrado

LA situación que ha venido padeciendo hasta ayer el director de Greenpeace, Juan López de Uralde, preso preventivo en Dinamarca desde hace tres semanas, aislado y sin juicio, derriba todos nuestros esquemas mentales sobre la Europa nórdica, su desarrollo y su superioridad civil y democrática.

A ver. López Uralde, junto a otros tres activistas de Greenpeace, se presentó en la cena de gala con la que se clausuraba la cumbre contra el cambio climático celebrada en Copenhague. Pudieron pasar en dos coches con matrículas falsas del Cuerpo Diplomático y con credenciales del "Gobierno de la Madre Tierra. Greenpeace". Una vez en el interior, desplegaron las pancartas que contenían su mensaje de protesta: "Los políticos hablan, los líderes actúan". Fueron detenidos de inmediato, sin que intentaran acercarse a ningún mandatario ni ejercer violencia alguna.

En fin, una de esas manifestaciones originales, inofensivas y llamativas con las que Greenpeace y otras organizaciones llevan años llamando la atención y aumentando la sensibilidad ecológica del mundo. Desde entonces (17 de diciembre) y hasta ayer mismo López Uralde y sus tres compañeros han permanecido en la cárcel, acusados de suplantación de cargo público, falsificación de matrícula diplomática y allanamiento de morada. Este último cargo es el más grave, porque la morada en cuestión era una sede de la Corona danesa.

Vale que las autoridades de Dinamarca, enrabietadas por su fallo en materia de seguridad, intenten aplicar el máximo rigor penal a los activistas, pero ¿a qué viene mantenerlos en prisión preventiva y prolongar hasta hoy su comparecencia ante un juez? El argumento de que podían fugarse del país o destruir las pruebas que les incriminan, que es lo que se impone en casos de terroristas y otros peligrosos delincuentes, es de risa: las pruebas están claras y el riesgo de fuga se conjura con una simple retirada de sus pasaportes.

Bueno, sería de risa si no estuviera en juego la libertad de unas personas acreditadamente pacifistas y que nunca eluden la acción de la Justicia (al contrario: les sirve de elemento de propaganda de sus ideas). El trato que han recibido se podía esperar de sistemas políticos autoritarios -excluyendo la violencia física, claro es-, pero no de una nación con democracia consolidada y que, como Suecia o Noruega, estaba construyendo el Estado del bienestar cuando nosotros todavía andábamos en alpargatas y se ha caracterizado en estos decenios por su apertura ideológica, tolerancia y respeto a las minorías.

Cuando uno viaja a Escandinavia se maravilla de tanto progreso y de lo bien que funciona todo. Ignorábamos esta trastienda.

SE siente cómodo entre militares, se sabe parte de ellos, le gusta su lenguaje y su forma de vivir España y los problemas de España. Conoce el Rey perfectamente cómo siente la milicia los cambios sociales, la disparidad autonómica, las misiones en el exterior en zonas de alto riesgo y, también, cómo respiran ante los proyectos que les afectan directamente, entre otros la Ley de Derechos y Deberes que Carmen Chacón acaba de anunciar que se aprobará próximamente si consigue el acuerdo de las fuerzas políticas.

Don Juan Carlos celebra todos los años la Pascua Militar con un discurso en el que, aparte de recoger lo que el ministro -en esta caso ministra de Defensa- quiere que recoja el Jefe del Estado en su intervención ante los militares, incluye también algunos pinceladas propias, siempre acordadas con el ministerio, como marca la Constitución, pues el Rey no tiene vez propia en sus intervenciones oficiales, está obligado a transmitir lo que defiende el Gobierno. Sin embargo, en la Pascua Militar se advierte de lejos que el Rey se siente militar hasta la médula e intenta transmitir lo que lleva muy dentro. Esta vez ha dedicado una vez más un emotivo mensaje para quienes cumplen destino en escenarios lejanos jugándose la vida en misiones humanitarias y de guerra, y ha hecho un reconocimiento público a las Fuerzas Armadas por su eficacia, responsabilidad y entrega. Lo ha hecho además teniendo en cuenta los tiempos complicados en los que vivimos, de ahí el llamamiento a que los militares estén "preparados" para afrontar "amenazas complejas e inciertas". Es evidente que se refería el Rey al papel de las Fuerzas Armadas ante la amenaza terrorista. Los militares que han muerto a manos de ETA en los últimos años se cuentan por docenas, pero además deben tener en cuenta ahora a los grupos islamistas fundamentalistas que no tienen más bandera que la destrucción de quienes no comparten sus creencias y religión.

También pidió el Rey en su discurso de la Pascua que se refuerce el modelo de la milicia profesional, con la mejora constante de su formación y también de sus expectativas profesionales, una de las preocupaciones actuales de la familia militar, que ve cómo la política se incrusta, a su pesar, en los nombramientos, procedimientos de ascenso y de pase a la reserva. La ministra Chacón aseguró en su discurso que "no puede haber unas Fuerzas Armadas a medida de cada Gobierno", sino a medida de España, pero mal que le pese no sólo a su Gobierno, sino también los anteriores, han tomado decisiones que dejan menos margen a la capacidad profesional y más al criterio de quienes ostentan el poder.

De ello es consciente el Rey, que conoce perfectamente las preocupaciones de los militares, pues es parte de ellos, es uno de ellos.

E l temor de que se encontraran los restos de García Lorca para convertirlos en reliquias laicistas y pasearlas como símbolo de anticuadas ideas políticas resucitadas, nos había causado el rechazo por un poeta que no representa más que a la buena poesía, que es de todos, patrimonio común de mentecatos e inteligentes, de cretinos y sabios. Hacía años que el Lorca aflamencado, el zapateado, las panderetas y las guitarras lloronas acompañando tragedias bailables, no se correspondían con la obra literaria de un escritor español insólito. Había dejado de interesarnos el Lorca parcial y empequeñecido en manos de analfabetos funcionales con cargos públicos. "¡Lorca es de los nuestros!", se atrevió a gritar en el Parlamento Andaluz, cuando fue citado por la oposición, una consejera de la Junta, famosa por su probada ignorancia. La ignorancia nunca es un progreso aunque lleve a Lorca por bandera.

Estos días, con la esperanza de que los restos del poeta descansen en paz en un parque ordenado en su homenaje para que la tierra le sea leve, hemos podido decir de nuevo en voz alta los sonetos de amor que sabemos de memoria. Los agoreros, los fetichistas, los necrófilos, "la infame turba de nocturnas aves" que ha querido con su griterío político acallar la universalidad de la obra de García Lorca, callarán un tiempo mientras no encuentran nuevos medios para robárnoslo. Los delirios de Gibson, que ya escribió un artículo contra la llegada de los romanos a España, reposarán una temporada, aunque es difícil que renuncie a su fanatismo lorquiano de converso, a quien unos malos vientos irlandeses trajeron a España para encontrarse con el izquierdismo de salón y usurpar un puesto de historiador. Líbrenos el destino de los conversos, líbrenos de quienes hacen ideología hasta del Santísimo Sacramento del Altar.

Todo este despropósito jaleado por unos legisladores que en lugar de hacer buenas leyes para que los ciudadanos convivan en paz y solucionen sus conflictos, se meten también a historiadores y legislan sobre la Historia a ver si ganan una guerra civil que provocaron -Lorca fue una de sus víctimas- y perdieron hace más de 70 años, sin ser capaces de derrocar a la dictadura que le siguió. Lorca liberado, Lorca reencontrado para quienes lo leímos en la adolescencia -nunca estuvo prohibido- y nos asombró por la brillantez de sus imágenes, por sus metáforas imposibles, por su mundo particularísimo: "Tengo miedo a perder la maravilla/ de tus ojos de estatua, y el acento/ que de noche me pone en la mejilla/ la solitaria rosa de tu aliento." Volveremos a leer a Lorca después de tantos años, deseándole el reposo eterno de los inmortales, sin perros de la política escarbando en la tierra para comerse sus huesos. Sin banderas ni consignas, sólo con su poesía limpia y deslumbrante, ejemplo de talento, de belleza y de verdad.

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