La Crestería

Manuel Sotelino

‘Igualás’ cofrades

Igualando a los hombres de una cuadrilla.

Igualando a los hombres de una cuadrilla.

LLEGA el previo de la Cuaresma y de nuevo se vuelven a reunir las cuadrillas para las ‘igualás’. Esos encuentros de aquellos que se encargarán de sacar los pasos a las calles jerezanas en los días de Semana Santa.

Llega el tiempo del reencuentro para muchos. Compañeros de palo que saben lo que es agarrarse fuerte y apretar los dientes cuando llegan los momentos ‘malitos’ debajo de las andas.

Las ‘igualás’ deberían ser también un bien de interés cultural. Es el momento en el que todos son iguales: el abogado con el fontanero y el comercial con el director de banca. No hay distinciones y solo se mide la fuerza física del hombre. Se iguala no por condición social sino por altura de hombros. Ahí no caben las clases sociales ni el amiguismo. Por eso, estar debajo de un paso, es internarse en un mundo donde todos arriman el hombre y donde prevalecen esos valores tan importantes como son la camaradería, la lealtad, la aventura —por qué no decirlo— o la obediencia al capataz. El que iguala no solo se somete a estar junto a quienes quizá no tendría acceso en la vida ordinaria, sino que también asume estar a la voz del responsable, ser noble de condición y darlo todo cuando se te pida.

Todo el que se salga de estos valores forma parte del gremio de los malos costaleros, que haberlos también los hay. El  mundo de abajo se mueve también por unos códigos distintos al mundo. Todos a una por medio de la aceptación del sitio que ocupas en la cuadrilla. Y además también el buen costalero es que ofrece sus conocimientos al que aparece por primera vez y necesita aprender el oficio.

Es tiempo de ‘igualás’ y de ese reencuentro con los tuyos. Es tiempo de volver también la mirada hacia el rostro de la imagen que, cada año, te empuja a volver a la hora convenida por el capataz para tomar tu sitio en el palo y volver a frecuentar esos valores tan en desuso en esta sociedad. Ser buen costalero, ser buen compañero, estar al quite cuando el compañero se venga abajo y ser un buen trabajador de la viña del Señor.

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