30 de noviembre 2017 - 02:01

V UELVO hoy a otro adjetivo cuyo uso, no siempre correcto o adecuado, puede llevar -y lleva- a no pocos equívocos. Más allá de su empleo en la vida cotidiana o en medios periodísticos, donde no alcanza los irritantes niveles de otros que ya he reseñado, me he encontrado con que el mencionado epíteto se utiliza con mucha alegría en un contexto que me es afín y cercano, el de la investigación flamenca. Admiro y reconozco el trabajo de cuantos se dedican a ella, pero en no pocas ocasiones he observado un uso demasiado entusiasta, y por ello impropio, del calificativo para algunos de sus descubrimientos. La grabación de un determinado cantaor, por ejemplo, no identificada hasta ese momento y descubierta por alguien, pasa a tener de inmediato consideración de inédita sin tener en cuenta que, aunque perdido, el registro fue comercializado en su día y no puede tener esa categoría. Así me lo señalaba la documentalista Ana Tenorio con motivo de la excelente publicación de las grabaciones de Don Antonio Chacón realizada por Carlos Martín Ballester, edición que, por cierto, sí contenía un registro inédito de verdad, puesto que la casa editora decidió no poner a la venta la placa de pizarra por su baja calidad: "muestra invendible", escribieron a mano. Recientemente, me asaltó una duda con respecto al carácter inédito o no de una investigación en concreto. Se trataba de una tesis doctoral que había sido leída y calificada por su tribunal correspondiente. Para salir de dudas me dejé asesorar por dos catedráticos de universidad con la experiencia, además, de haber ejercido de rectores. Ambos me confirmaron que esos trabajos no pierden su condición de inéditos por haber sido leídos, pues no tienen ningún carácter de publicación en tanto no se editen. Me fie de su criterio y lo confirmé posteriormente: la historia está llena de tesis doctorales que han sido premiadas como trabajos de investigación con posterioridad a su lectura. Ejemplos los hay a docenas.

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