Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

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Jerez: Cuaresma, anacronismos y esencia cofradiera

A menudo cierta tipología de pseudocofrades (los bautizados como ‘los negativos’ por don Juan Delgado Alba -aquellos que ante el esplendor de un altar de Quinario sólo advierten la minúscula mota de polvo detrás del séptimo candelero del ala izquierda-) deciden adoptar motu proprio el papel de tránsfugas de sus propias esencias. Nunca admitirán -eso sí- la condición de tales. “¡Ay de aquel que, aún mirando, nada ve”!, cantaba en su presentación la comparsa ‘La niña de mis ojos’. Y erre que erre lo serán -sí, tránsfugas, desertores de la fraternidad, disidentes de la enseñanza evangélica- porque suelen desviarse de la razón de ser de las Hermandades. Y así proceden al tenor de mil peregrinos escollos (coloque usted la soberbia y el egocentrismo en puestos de salida). Cuanto menos formación posean, mayor será el gradual alejamiento del sendero de la mano izquierda -que es el peregrinaje con billete de ida y vuelta a las devociones y convicciones del corazón-. Cuanto menos formación adquieran, más demandarán el aplauso del palmero adlátere que siempre espolea a la chita callando.

En el seno de nuestras corporaciones nazarenas a veces aludimos a la parábola del regreso del hijo pródigo. Sobre todo cuando de higos a brevas, o de Pascuas a Ramos, la conversión o la reconversión mete en danza -resituándolos- a quienes desbrozan la paz interna con el machete de la lengua viperina. Esto de darle a la sin hueso desciende de la conjugación del verbo restar. O sea: desprestigiar gratuitamente sin ton ni son. Se trata de un comportamiento neolítico. Todo resulta más sencillo -más inteligente, más doctrinal, más coherente- a la luz del Señor. Y de su Misericordia. Y es que entre el dogmatismo -el arribismo- y la visita al sagrario sólo dista la grandeza de doblegar la megalomanía y plantar la rodilla en tierra. Con ello bastaría y sobraría. Las porfías cofradieras ya han quedado anacrónicas. Si usted pilla -nunca en un renuncio- a un cofrade criticando a destajo, adivínele de inmediato kilo y medio de caspa en todos sus dictados y en todos sus dicterios. Si además el despecho vocinglero se proyecta contra hermanos de su propia cofradía o, penosamente, contra su Hermandad como tal institución, entonces el autorretrato es inmediato en el fotomatón de menor calidad.

Corren nuevos tiempos en las prioridades de las Hermandades. A Dios gracias. Estamos llamados a contagiar el optimismo de una imperante nueva evangelización. El optimismo, en efecto, y la alegría, -la praxis, la catarsis-, la felicidad de sabernos discípulos del Mejor de los Nacidos. La expresión como espejo del alma. Hay quienes llevan el rictus de un cabreo crónico en el careto. El mohín sin cojín. También la modernidad -el emprendimiento afectivo- ha instalado su potencial en el imaginario cofradiero. En cierta ocasión Fernando Sánchez Dragó me escribió que “navegar es necesario y naufragar también”. Quizá porque “vivir humanamente es querer despegar”. Los cofrades ya han tenido tiempo suficiente para aprender de sus propios naufragios. Y así lo vienen demostrando por fortuna en este novísimo ciclo postpandémico. El aquelarre de las contradicciones -de buscar y rebuscar la trifulca a contracorriente- es signo ya caduco procedente de la era de Noé. Oxigenación para nuestra interioridad -léase a Luis Paniagua-.

Los cofrades son personas excepcionales: ¡dan tanto gratis et amore! Ojalá la Cuaresma ensanche las entendederas de la minoría de pseudocofrades que “impenitentemente” tiran piedras sobre el propio tejado, destruyen todo lo construido por otros y ponen el grito en el cielo del diablo cojuelo. Ojalá la Cuaresma sea espacio para la reconciliación entre los hermanos que así lo precisen de nuestras instituciones nazarenas. Ojalá la Cuaresma, que es santa, como las Hermandades lo son en tanto obra de Dios, abra la estrechez de miras de aquellos cofrades aún instalados en la confrontación, en el garrotazo y tentetieso, en el Pleistoceno. Recuérdese que el hombre de Neanderthal sólo sabía elaborar bifaces, raspadores y hachas.

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