Descanso Dominical

Jerez-Nueva York

Nueva York es un país que me vuelve loca, me dijo; ciertamente, estaba completamente de acuerdo con ella

Aquel día en Manhattan el frío era capaz de herirte, se servía del acero, el asfalto y la argentada luz de la ciudad para abrazarte con más fuerza, inmisericorde. Nueva York es uno de esos sitios donde las estaciones todavía se expresan con toda su intensidad y naturaleza primigenias, de manera que en verano te arde la piel y el invierno hace todo lo posible por congelar tu aliento. Sólo el café humeante y caro del Starbucks de la esquina, en uno de esos vasos de cartón con tapa convertidos en accesorio básico en el 'outfit' del paisanaje local, te permitía reconciliarte con tus constantes vitales.

Mientras esperaba, encogido el cuerpo buscando el calor dentro del parka, pensé de nuevo, con media sonrisa, la confesión que Manuela Carrasco me había hecho la tarde anterior en una entrevista paseando por Lexington Avenue. Nueva York es un país que me vuelve loca, me dijo; y, ciertamente, estaba completamente de acuerdo con ella, sobre todo en lo de otorgarle categoría de nación a la Gran Manzana. Me rescató del ensimismamiento la llegada de una caravana de autobuses que bien podría parecer una columna militar de no ser por el color amarillo tan característico del transporte escolar americano y por el ejercito loco y bajito que descendió de ellos. La parada final era el New York City Center, en el 131 de la calle 55 oeste, gran teatro de inspiración neomudéjar, meca de la danza, bajo cuyo voladizo de entrada aguardaba junto a Juanjo, el cámara con el que grababamos material para el documental 'Flamenyco', que terminaría llevándose después el Juan Andrés García de Periodismo. Fueron dos mil los niños y niñas que pasaron por allí esa mañana para presenciar una obra de Rafaela Carrasco basada en las canciones populares de Federico, 'Vamos al tiroteo'. Nunca una balacera en suelo yanqui tuvo tanto compás. Venían de una veintena de colegios donde previamente les habían hablado del flamenco y la cultura andaluza. Recuerdo que me recorrían sensaciones y sentimientos dispares. Orgullo por mi tierra, pero también envidia, melancolía y hasta su poquito de coraje al comprobar que allí, a nueve horas de avión del barrio de Santiago, el sistema mostraba más interés y sensibilidad por lo nuestro que el que jamás, salvo excepciones muy honrosas y algunas horrorosas, habíamos visto en casa.

Ocurrió hace once años pero ha vuelto a mis pensamientos tras saber que la Junta ha incluído en el currículo del curso 23/34 una optativa para 3º de ESO que se llama 'Cultura del Flamenco'. Quizá no les enseñen que para cantar jondo hay que pasar fatigas, como dice José de los Camarones, pero, al menos, no tendrán que irse a un patio de butacas en la 55 con la Séptima Avenida para mirar hacia sus adentros.

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