Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

¿Tiene Jerez una deuda pendiente con Carmen Flores?

A veces dudo si en puridad España sigue conservando su congénito espíritu sanchopancista. De algunos siglos a esta parte es la naturaleza cainita la que campa a sus anchas. La herencia incólume -¡ay!- de Caín. Lo ibérico no siempre templa su suerte con un ‘Capote de valentía’, tal así se denomina la copla que hizo furor por todos los escenarios del universo mundo en la voz de la jerezanísima Carmen Flores, de ojos egipcios tan bellos como corresponde a toda hermana de sangre de la más cimera Faraona. En este suelo patrio donde a menudo cuesta reconocer en vida a gente de suyo sobresaliente, somos sin embargo muy propensos al boato doliente del homenaje post mortem. Poner la pierna encima de la coronilla de quien sobresale para a la postre solicitar de inmediato signos de botafumeiro cuando ya la muerte nos arrebató al meritorio en su género. Lo que traducido resulta: zancadilleo -por envidia, ese omnipresente pecado nacional, o por indolencia, ese mal de nuestros días- a quien destaque para, en un gesto de cinismo a la chita callando, demandar de inmediato a voz en grito su tributo con laudos y laudes una vez la Parca se llevó con los pies por delante a quien negamos el pan y la sal del justo reconocimiento en vida.

Desconozco si en Jerez la envidia ha comprado piso de nueva construcción con hipoteca a cuarenta años. Lo pongo en solfa porque aquí el señorío suele derribar de inmediato a los caballos de los descendientes de Atila. Sí suele detectarse, por el contrario, cuarto y mitad de cainismo cuyos sesgos igualmente son cortados de raíz por la clase humana del jerezano, que es canela pura en rama. Será que en esta bendita tierra no arreglamos los desencuentros con potingues de alcohol barato sino con una copa de palo cortado de Cayetano del Pino, o sea: gloria bendita para paladares selectos.

Ahora bien: a nadie escapa una obviedad acuciante: la indolencia sí. La indolencia, el no pasa nada, el conformismo, la pusilanimidad, el ande yo caliente y ríase la gente, el a mí plin, la dejadez y la dejación, sí serpentean por el intríngulis de esta jerezanía que de tarde en tarde deja pasar por sus ojos sin chiribitas cuestiones que bien merecería el terremoto de la vena en cuello, la reclamación por derecho propio y el alzamiento por soleares.

Pongamos que hablamos de una jerezana que ha cosechado -sin descanso y durante décadas- oleadas de triunfos España intramuros y allende sus fronteras (léase América de norte a sur), como en un 'Sortilegio de tango y copla', como una 'Flor de romero' que es 'La guapa morena' de una 'Rondalla de celos' tan del estilo de letrilla de trigo limpio de Rafael de León: "Con tal de verme a tu vera/ tormento de mis tormentos/ y te estaría besando/ hasta quitarte el aliento".

Con tal de verme a tu vera, sí, cabría preguntarse: ¿No ha de aprobar Jerez una asignatura pendiente, saldar una deuda a trasflor, y así en efecto estar a la vera, verita, vera de esta jerezana universal para antes que después perpetuar su nombre en su Muy Noble y Muy Leal Ciudad? ¿Hacemos justicia en el "Llevadme a la tierra mía" del poeta Rafael Montesinos? Jerez está aún a tiempo de no fallar en 'El último cuplé' del presente requerimiento a navegantes con mando en plaza. Ochenta y tantos años de edad avalan a la actriz y cantante jerezana Carmen Flores. ¿Demostramos nuestra valía a puerta gayola y no ya a toro pasado?¿Dejamos a un lado las cinco farolas de las lenguas de vecindonas -sí, las del cainismo y la indolencia- y, como versara Pemán, "hacemos sencillamente lo que tenemos que hacer"? ¿Adelante, Jerez?

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