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Lecciones del Supermartes

Desde hace años existe un oleaje de fondo en la sociedad americana, de la que el famoso ‘tea party’ fue sólo un atisbo

El llamado Supermartes de las primarias norteamericanas ha dejado sentenciadas las cosas. Biden y Trump serán de nuevo candidatos, lo que garantiza espectáculo, deprimente en el primer caso, extravagante a menudo en el segundo. La pregunta que cabe hacerse es cómo han llegado las cosas hasta aquí en la que es y seguirá siendo primera potencia en prácticamente todos los órdenes. Para eso hay que sumergirse en las condiciones y contradicciones de la actual sociedad norteamericana, un verdadero mundo aparte que en Europa, en general, apenas conocemos sino por las engañosas ventanas de Hollywood.

La candidatura de Biden, aunque catastrófica para los demócratas, es lógica tratándose de un presidente que, pese a sus 82 años y a su ya inocultable estado mental, agota su primer mandato. Apearle sería un reconocimiento demoledor de que se le ha mantenido a pesar de que, probablemente, se halle incapacitado para el cargo. La de Trump da mucho que pensar y analizar, pues en el campo republicano había excelentes figuras que abarcaban todo el espectro deseable, desde los más conservadores a moderadamente liberales. Ron de Santis, por ejemplo, tras su arrollador triunfo en Florida y su exitosa lucha contra la plaga del wokismo, se perfilaba como un presidenciable de gran categoría personal y política, con la edad perfecta para lanzarse a la aventura. Sin embargo, desde el primer momento se ha demostrado que las bases republicanas no quieren a nadie que no sea Trump, aunque una significativa parte del electorado esté dispuesto a votar a cualquiera antes que a él.

Desde hace años existe un oleaje de fondo en la sociedad americana, de la que el famoso tea party fue sólo un atisbo. La sociedad más poderosa, rica y dinámica del mundo se siente vulnerable, traicionada en sus valores más profundos, despojada y despreciada. ¿Por quiénes? Por todos los que debían protegerla, valorarla y amarla. Y ahí entra el establishment político, económico, mediático y cultural entregado a la tarea de construir un mundo feliz para las minorías raciales, sexuales y culturales mientras las clases medias, allí como también en Europa, se desploman. El lema de Trump, “make America great again”, es traducido por millones de americanos como “queremos vivir nuestra vida de siempre”. La revolución de los mansos, aunque a veces adquiera perfiles grotescos, puede ser temible. Trump puede volver, existe una alta posibilidad, y nada seguirá igual que ahora.

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