E L 12 de febrero, fecha de su nacimiento (el año que viene se cumplirá el bicentenario), se ha instituido como Día de Darwin. No sé si hacía falta este recordatorio, pero no está de más para esgrimir sus teorías frente a los empecinados en sostener que la tierra fue creada por Dios hace 6.004 años tal como la vemos hoy. En Estados Unidos hay una asociación que otorga los premios Darwin a aquellos que causan accidentes y catástrofes por falta de sentido común, sobre todo si ha habido muertos, y por ello no está de más la jornada. En España estamos viviendo una etapa provisional de falta de buen sentido con consecuencias imprevisibles. El mundo, entre las teocracias islamistas y los nacionalismos del metro cuadrado, parece condenado a enfrentamientos irreconciliables y grandes males. El cambio climático, natural por otra parte, es una nimiedad en comparación con el fanatismo religioso-político y el apego tribal y aislador del terruño.

Los grandes científicos de todos los tiempos han dado pasos con sus investigaciones y teorías para la humillación de la especie humana. Humillación aparente. El hombre perdió primero el haber sido creado a imagen divina, cuando más bien fue al revés: al Creador se le hacía pasear por el jardín del Edén al mediodía para espiar a la primera pareja humana, cogerla en falta, dejarse llevar por la cólera bíblica y castigarla cruel e injustamente, comportamiento más humano que divino. Perdimos luego el ser centro de un universo pequeño a favor del sol y más tarde a favor de la Galaxia. Ahora el sentido común nos hace aceptar que todos los seres vivos descendemos de unas proteínas surgidas misteriosamente en tiempos remotísimos, que estamos atados a unos universos tan incomprensibles para la mente humana que no podemos sino creer en el buen camino de las teorías de astrónomos y cosmólogos. Las investigaciones sucesivas irán afinándolas y no podemos prever cuántos asombros esperan a las generaciones futuras.

Cada día se está poniendo más difícil ser ateo. El Día de Darwin debería servir para potenciar el buen uso del cerebro en las sociedades civilizadas. (En las que no lo son me imagino que estará prohibido o no saben de su existencia.) La mente humana, además de sus agarraderas y muletas para soportar la incertidumbre, tiene todos los elementos para pensar con rectitud y aplicar el sentido común en las prácticas de la vida cotidiana. Los delirios, las visiones, las novelerías y los extremismos llevados a la política constituyen hoy el nuevo opio del pueblo, el nuevo oscurantismo para consuelo de simples, y el Día de Darwin un toque de atención en defensa de la manipulable naturaleza humana.

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