Antonio Reyes

Moiras

TIENE QUE LLOVER

26 de febrero 2013 - 01:00

SEGÚN la mitología griega, las Moiras eran unas divinidades femeninas que personificaban el destino: tres mujeres, viejas y solemnes, Cloto, Láquesis y Átropo, que determinaban la duración de la vida humana. Con la ayuda de un hilo, cuando un niño nacía, la primera hilaba, la segunda lo enrollaba y la tercera, al fin, lo cortaba al considerar que la existencia tocaba a su fin. Por tanto, las Moiras eran las dueñas del destino.

Esta idea determinista de la existencia, continuada en Roma con las Parcas, presuponía una vida sujeta a los designios externos, es decir, tutelada. La tutela humana ha sido una constante a lo largo de la Historia: primero, la tutela celeste: Cielo y Tierra se aunaban para dirigir los destinos humanos; luego, la tutela religiosa: Dios, revestido de todopoderosa autoridad, ejercía la función de guía en el proceloso sendero de la vida. Por último, avanzado el camino de la emancipación, el Estado, en tanto ente protector, asumió la función de arropar el crónico desamparo del ser humano.

Vista desde esta perspectiva, la historia de la humanidad no ha sido más que la constante y sangrienta lucha por lograr la orfandad. La necesidad de un tutor, capaz de enderezar y orientar la vida de los desvalidos humanos, ha sido siempre la excusa para que el poder fragmentara o eliminara cualquier aspiración al noble derecho a la libertad.

En estos momentos en los que vivimos una mutación sistémica, no una transitoria crisis económica, lo que vuelve a estar sobre la mesa es el derecho humano a la orfandad, es decir, la capacidad de liberarnos de un ente rector que ordene nuestros destinos en función de intereses "superiores". Si en otras etapas fueron los señores feudales, las monarquías autoritarias o absolutas, o los dictadores quienes ejercieron la función de paternidad, ahora son los poderes económicos, tras la dejación realizada por la clase política, los que tutelan nuestra existencia. Su objetivo, en palabras de Josep Fontana, es consolidar un nuevo "proyecto social que ha comenzado por la privatización de la política y que aspira a conseguir la privatización del propio estado". Transmutando históricamente esta realidad, vivimos de nuevo momentos feudales de "privatización global": creciente desigualdad, empobrecimiento general, dependencia, sometimiento, servidumbre laboral…

Tal vez necesitaríamos resucitar por un ratito a Freud, para que el médico vienés nos psicoanalizara. Y desde el diván de su despacho, él, que interpretó el mito de Edipo y Electra, nos propusiera soluciones para alcanzar la tan ansiada orfandad. Ante esta imposibilidad, lo mejor quizá sea valernos por nosotros mismos y regresar de nuevo a la mitología. Cronos, uno de los primeros Titanes, descendiente de Gea, la Tierra, y de Urano, el Cielo, era representado con una hoz en la mano, la misma arma con la que logró castrar, derrocar y asesinar a su padre, iniciando, desde la orfandad, la llamada "Edad de Oro" de la mitología. No sería mal ejemplo para terminar con las actuales Moiras que nos oprimen.

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