Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Durante la invasión napoleónica se extendió la leyenda de que los habitantes de Valdelarco, aterrorizados ante la inminente llegada de las tropas francesas, se encomendaron a su patrona para pedirle protección y esta cubrió el pueblo con una niebla tan espesa que los aguerridos enemigos pasaron de largo por el camino sin percatarse de que en el valle se encontraba una población susceptible de ser saqueada, incendiada o sometida a requisa.

Hay espesas nieblas que protegen, pero también hay espesas nieblas que ocultan los pueblos a los ojos de sus dirigentes políticos haciendo que estos los ignoren y los condenen al estancamiento y la despoblación. Lamentablemente, las miradas de los gobernantes suelen dirigirse siempre hacia lugares de por sí ricos y poblados, viendo en ellos y en su cielo despejado suculentos yacimientos de votos, y eluden la atención a los desfavorecidos pensando, quizás, que, apoyando a aquellos lugares con mayor prosperidad, la riqueza se multiplicará y permeará su entorno. Craso error: invertir más y más en los mismos sitios conduce, por el contrario, al progresivo hundimiento de los espacios mal dotados y, en consecuencia, a la injusticia territorial. Los lugares más ricos son, en realidad, insaciables agujeros negros que lo devoran todo a su alrededor.

Pero los lugares cubiertos por la niebla también son útiles en un sentido discursivo. Obsérvenlo con calma: los políticos solo reclaman determinadas necesidades cuando solucionarlas no depende de las instituciones que controla su partido. ¡Cuánta energía para solicitar lo que depende del partido contrario! ¡Cuánta desgana para actuar en los ámbitos que les son propios!

Una espesa niebla se cierne sobre la provincia de Huelva. Es como si nadie nos viera, como si no existiéramos. El gobierno nacional nos niega las inversiones que le corresponde efectuar con urgencia. El gobierno autonómico nos niega las que dependen de él. Sin embargo, ambos levantan la voz para acusar al otro por sus abandonos y todo un séquito de partidarios repite los argumentos de un lado y otro como el disciplinado coro de una tragedia griega. Trágico es, desde luego. Y, mientras tanto, como si fuéramos criaturas inocentes, se nos venden pequeñas actuaciones como si fueran grandes logros, multiplicándolos hasta el infinito mediante fotos, visitas y ruedas de prensa. Y, sobre todo, se nos vende humo. Tanto humo que la niebla se espesa aún más. Ni nos ven ni nosotros vemos nada que nos traiga un poco de esperanza: ni comunicaciones rápidas y sostenibles, ni infraestructuras sanitarias propias de una sociedad del siglo XXI, ni inversión en educación, vivienda, medioambiente o patrimonio. Los trenes, los hospitales y los museos siempre son para otros, mientras muchos de nuestros pueblos languidecen. Buen provecho a los suertudos. En tanto, en Huelva esperamos ese alborear lejano en el que los ciudadanos se movilicen con independencia y nuestros representantes políticos nos escuchen… aunque eso perjudique a su partido.

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