HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Non placet Hispania

14 de junio 2010 - 01:00

ESTA de moda hablar mal de España y del cristianismo, señal de que ambos deben ser un estorbo para los fines de los creadores de la nueva leyenda negra. Otras naciones crearon la vieja Leyenda Negra para desprestigiar a España cuando era poderosa: España y América, España y la Inquisición, España y los moriscos, España y Flandes, España y Nápoles. Ninguna nación poderosa lo hace bien todo y del todo, pero en los grandes momentos de su historia hace lo que tiene que hacer, según su tiempo, y es más generosa, comprensiva y magnánima que los países pobres y menos evolucionados a los que contribuye a civilizar. La moda de hablar mal de España nace sesgada: no se puede juzgar el siglo XV o el XVII con mentalidad de hoy, si sólo se es político o ciudadano sentimental y no historiador. No se puede juzgar al cristianismo por la Inquisición, por los curas incontinentes o por cualquier otra miseria humana porque lo esencial es mucho más, a poco que intentemos averiguarlo: una religión de paz, misericordia y libertad.

Es curioso que España tenga que pedir disculpas por lo que hizo bien y no por lo que hizo mal. El pesado silencio que se ha hecho sobre la Guerra de la Independencia, porque molesta a los nacionalismos inventados y echa abajo muchas de sus teorías, no ocurriría en otro país moderno. No solamente los republicanos levantiscos y golpistas no han pedido disculpas por llevarnos a una guerra civil que pensaban ganar, sino que su traición ha subido a los altares laicistas. No hemos pedido perdón por la mala política del conde-duque, que desgajó Portugal de España y destronó a Felipe III (IV de Castilla), rey legítimo portugués. Tampoco decimos nada por haber dejado a los turcos en Constantinopla y por no haber reconquistado el norte de África, hasta el desierto del Sahara, para devolvérselo a Roma y a la Cristiandad e impedir que los piratas turcos y berberiscos se enseñorearan del Mediterráneo. Naturalmente que hemos hecho cosas mal, pero no las que se dicen.

Non placet Hispania, dijo Erasmo cuando fue invitado a la Universidad Complutense, pero no porque no le gustara España, entonces en el apogeo de su gloria y después de cartearse con Carlos V y profesores eminentes españoles, sino por que la idea de España que empezaba a divulgar la Leyenda Negra en ciernes era la de una nación llena de moros y judíos, que se había visto obligada a perseguirlos. No porque a Erasmo, y al pueblo español, le pareciera mal la Inquisición, sino porque, como él, era antisemita. Si el talento de Erasmo se dejó influir por la mentira y algunas medias verdades, ¿qué no será capaz de pensar el actual pueblo español cuando se le presentan las glorias como miserias y las miserias como glorias, y cuando los miserables que las propagan son sus compatriotas?

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