Víctor Cantero /

Odyssey

yendo al grano

06 de marzo 2012 - 01:00

Ola lucha de David contra Goliat. En medio de la lluvia de noticias sobre recortes, efectos de la Reforma Laboral, desahucios y otras miles de historias, casi se nos pasa hacer mención de un hecho que no deja de ser significativo para los tiempos que corren. Tras cinco años de lucha en los tribunales, el derecho internacional ha venido a poner las cosas en su sitio. El tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, esas más de 6000 monedas de oro y plata, valoradas en más de 400 millones de euros son propiedad española, por más que la empresa cazatesoros norteamericana se empeñase en lo contrario. Por expoliar que no quede, y si el expoliado ni chista mejor, eso es lo que debieron pensar los responsables de Odissey cuando hallaron el tesoro en el fondo de los gaditanos mares. Pero la jugada les ha salido mal. No se dieron prisa empaquetar su botín rumbo a suelo americano, con el convencimiento pleno de que una vez allende los mares las pretensiones españolas por recuperarlo serían estériles.

Pero esta historia es real, para nada similar a las bondades que desde el american style of live se nos pretende vender. El empeño español por impedir que los expoliadores se salieran con la suya ha dado sus frutos. Sorprende que en una sociedad americana, donde casi todos lo adelantos tecnológicos se emplean en pro de la ciencia y en beneficio de las personas, una empresa priva invierta millones de dólares en tecnología punta para sacar tajada con sus múltiples rastreos por los mas recónditos mares de nuestro planeta. Qué fácil resulta creerse dueño de todo lo que se "pilla", a la par que considerar a quienes se lo dejan pillar de pardillos tercermundistas, incapaces de custodiar su patrimonio. En esta ocasión, no todo el monte ha sigo orégano, y argumentar que nuestra fragata navegaba en misión comercial y no oficial ha servido de bien poco para quienes escondían a buen recaudo su hallazgo. Quiero pensar que en esta ocasión la lección habrá sido muy bien aprendida por las autoridades de aquel país. No se puede ir por el mundo luciendo palmito, de salvadores de patrias ajenas, y a la par portarse como piratas en aguas no propias.

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