Marco Antonio Velo
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La ciudad y los días
La amnistía y el referéndum no son posibles porque la Constitución no los incorpora… El independentismo lo que pide, y lo saben ustedes, es la amnistía, algo que, desde luego, este Gobierno no va a aceptar y que, desde luego, no entra ni en la legislación ni en la Constitución española” (Pedro Sánchez). Pues la ha habido… El Gobierno la ha aceptado… Y ha sido posible.
“La amnistía no es planteable en un Estado constitucional y democrático porque eso sería suprimir uno de los tres poderes del Estado que es el Judicial (Carmen Calvo). Pues ayer los socialistas lo suprimieron.
“¡No va a haber amnistía!” (Miguel Iceta). Pues la ha habido.
“La amnistía no está reconocida en nuestro ordenamiento jurídico” (Fernando Grande-Marlaska). Pues parece que se equivocó y que ahora le entusiasma: “Va a ser un éxito” y el “colofón” de la política de Sánchez para “restaurar la convivencia en Cataluña y en resto de España” (cuando en realidad es por un puñado de votos). Ayer Rufián celebró esta restauración de la convivencia diciendo que “es la primera derrota del régimen del 78” y anunciando que “la próxima parada” será el referéndum.
“El PSOE no aceptará ni la amnistía ni la autodeterminación porque no son factibles y no negociará con Puigdemont” (Salvador Illa). Pues negociaron con él y ayer aprobaron la amnistía.
“Se planteó cuando cambiamos de un régimen dictatorial como era el franquismo a una democracia, pero somos un régimen plenamente democrático desde hace más de 40 años. Por tanto, esta figura no cabe en la Constitución española” (Luis Planas). Pues quizás no seamos ese “régimen plenamente democrático” y la amnistía sí cupo en la Constitución.
Si cada uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras, Sánchez y los sanchistas son el Espartaco que se ha rebelado contra la esclavitud de sus palabras y el Lincoln que la ha abolido. Su palabra no vale nada. La prensa servil lo valora como “pragmatismo”; a la mayoría de los ciudadanos, urgidos por otras necesidades, les importa un pimiento (“el debate se da por amortizado” dice esa prensa sayona); y a sus simpatizantes, votantes y militantes les parece un bien a favor de la convivencia o un mal menor frente a una oposición “devorada por la bestia neofascista que recorre Europa” (Artemi Rallo, ayer). La alerta antifascista que tan bien le funcionó en España, ayudada por la torpeza del PP, se aplica a las elecciones europeas.
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