La insistente incertidumbre sobre quién será presidente de los Estados Unidos en enero tiene cacaruca, como se decía en mi pueblo. Si usted ve los telediarios puede estar completamente convencido de que será Biden; y puede ser Biden. O no. Si usted sigue a los expertos en política norteamericana, la cosa está más socrática: sabemos que no sabemos nada. Quedan los recuentos, las demandas, la nominación de los electores por los Estados y tal vez incluso la Cámara de Representantes. Un laberinto legal, jurisprudencial y constitucional plagado de zig-zags, cisnes negros y patitos feos que se prolongará unas semanas más.

Visto desde lejos y con empatía, uno se pregunta cómo soportan los estadounidenses tanta tensión e incertidumbre.

Los checks and balances del sistema les dan más paz que la que tenemos en España, donde un iluminado como Sánchez, asociado a un oscuro como Iglesias, son capaces de dejarnos tiritando como Estado, devastados como economía y naufragando como nación en un año de legislatura, que se dice rápido (y quedan tres). Checks and balances es todo lo contrario de checas y balaceras.

Por otro lado, la confianza del pueblo estadounidense está en otras instituciones distintas de las que están jugando esta partida presidencial a cara de perro. Según las encuestas, no confían en las televisiones ni en el poder legislativo y un poco más en la presidencia, pero no demasiado. La mayor confianza se deposita en el Ejército, que no parece que se juegue nada en estas elecciones; y, seguidamente, en el Poder Judicial y, especialmente, en la Corte Suprema, que está herméticamente protegida de los vaivenes electorales gracias al carácter vitalicio de sus jueces.

Lejos de mí sugerir que los americanos no se juegan mucho según la balanza se incline a un lado o a otro. Los americanos se juegan una barbaridad; y los hispanoamericanos, los europeos, los chinos y los rusos, todos. Pero si queremos entender cómo soporta su sociedad y su sistema esta intensa incertidumbre que dura y dura como un conejito de Duracell, ya lo saben. Tienen un puñado de instituciones muy firmes en las que los americanos de uno y otro signo político confían mayoritariamente.

Por eso, que en España se estén erosionando tan frívolamente (¿o es tan sistemática y maquiavélicamente?) nuestras instituciones una tras otra, fíjense, es una maniobra mucho más peligrosa de lo que parece a primera vista.

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