La tribuna

José María García León

Pemán entre Franco y Don Juan

ACUDÍA José María Pemán al Palacio de El Pardo, para una de sus entrevistas con Franco, naturalmente de chaqué, mientras que el general llevaba un austero traje oscuro. Con todo, Pemán escribiría que "se veía que el del traje gris era capitán general y yo era un soldado raso vestido de chaqué". Es esta una simple pincelada que, a modo de ejemplo, extraigo de una de sus obras más deliciosas, Mis encuentros con Franco, en la que, haciendo gala de su gran ingenio, de su humor y de su fina ironía, hace un magistral retrato del general a través de una tanda de capítulos, fruto de una serie de conversaciones que el escritor gaditano mantuvo con el entonces Jefe del Estado. Por cierto que la publicación de este libro no fue posible en vida de Franco, siendo uno más de los problemas que Pemán tendría con la censura franquista, pues a lo largo de su vida le fueron censurados al menos catorce artículos, aparte de sufrir un proceso gubernativo por alguno de ellos.

Nunca ocultó Pemán una cierta admiración por Franco, a cuya causa se unió a principios de la Guerra Civil, poniendo su oratoria y su pluma al servicio de una España redentora e imperial, o al menos eso creía él. Por aquellas fechas, otro ilustre poeta de la Bahía, el gran Rafael Alberti, de forma parecida también, se ponía al servicio de la causa republicana. Eran otros tiempos.

Pero, desde los años de la República, Pemán había optado ya por la causa monárquica, aunque en clara apuesta por Don Juan de Borbón, toda vez que el regreso de Alfonso XIII, como Rey de España, parecía cada vez más inviable a los más destacados activistas monárquicos de entonces. Acabada la guerra y tras colaborar brevemente con Franco en el primer gobierno que formó, Pemán dedicaría el resto de su vida a la restauración de la monarquía en la persona de Don Juan. Así, al poco tiempo de ser nombrado Pemán presidente de la Real Academia, fue fulminantemente cesado como tal, al considerar el franquismo que sus veleidades monárquicas se alejaban de la ortodoxia del régimen.

Fue presidente del Consejo Privado de Don Juan, donde figuraron hombres de gran valía y distintas ambiciones, como Gil Robles, José María de Areilza, un joven Luis María Ansón y, como telón de fondo, Pedro Saínz Rodríguez, el viejo zorro de la política ("La Providencia - decía- ha hecho horas extraordinarias por esta familia Borbón, tan puñetera" ), jocundo y vitalista, que curiosamente era uno de los mayores especialistas en el estudio de la mística española. Entre este elenco de personalidades y desprovisto de cualquier ambición política, el papel de Pemán fue siempre el de moderador, procurando en todo momento aunar voluntades, aunque no siempre lo consiguiera. Dionisio Ridruejo, militando ya abiertamente en la oposición a Franco, diría que Pemán derrochó siempre una gran generosidad, tan mal correspondida muchas veces.

A pesar de que España oficialmente era un Reino desde 1947, las relaciones entre Franco y Don Juan nunca fueron buenas y en el fondo supusieron una lucha sorda por el poder, dado que uno de los dos sobraba. Don Juan procuró por todos los medios, que no eran muchos, derribar a Franco desde 1941, mientras que el general, cada vez más asentado en el poder, le negó la posibilidad de que fuera Rey de España, optando finalmente por su hijo en 1969. Por tanto, no resultó nada fácil el papel de Pemán, a medio camino entre El Pardo y Estoril, y, una vez que Don Juan disolvió su Consejo Privado, Pemán seguiría dedicando sus esfuerzos a la causa monárquica, procurando que el régimen franquista se fuera acercando a modelos políticos occidentales. "Convénzase Pemán - le decía Franco- Europa está equivocada" a lo que Pemán contestaba: " ¿Y por qué no probamos a equivocarnos también nosotros, mi general"?

Ya, siendo Rey de España, Juan Carlos I le otorgaría a Pemán el Toisón de Oro, en reconocimiento a su abnegada labor por la Monarquía, sin pedir nunca nada a cambio.

Finalmente, Don Juan, hijo de Rey y padre de Rey, sobrevivió a Franco y sus restos reposan en el Escorial, en un sarcófago que lleva el nombre de Ioannes III. Por su parte, Don José María está enterrado en la catedral de Cádiz, al lado de su admirado maestro Falla, lo que tampoco está nada mal.

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