Eduardo Jordá

Predicadores

En tránsito

Los nuevos predicadores intentan explicarnos esta epidemia como si fuera un castigo por nuestros pecados

15 de abril 2020 - 01:39

Los defensores de la teoría del decrecimiento económico deben de estar de enhorabuena. Un chino se comió un pangolín en algún lugar de China, y gracias a esta prodigiosa circunstancia -que ni el guionista más delirante de Hollywood se habría atrevido a usar en un blockbuster de catástrofes-, casi todas las economías de los países desarrollados están paralizadas, miles de millones de personas viven confinadas en sus casas y la hecatombe económica que se nos viene encima es inimaginable, con miles de empresas cerradas y millones de trabajadores condenados al paro y a vivir de las ayudas públicas. Recuerdo las pintadas iracundas de los jóvenes Savonarolas ecologistas -la ideología es ahora la nueva religión- que llenaron hace pocos años las calles de nuestras ciudades: Tourists, go home. Muy bien, los turistas se han ido a su casa y parece dudoso que vuelvan en los próximos meses. Fabuloso, sí, pero ahora, ¿qué hacemos? ¿Y qué Estado va a poder hacer frente al pago simultáneo de pensiones, subsidios de desempleo y nóminas de empleados públicos si no cuenta con ingresos de ningún tipo para financiarlo?

Y lo más raro de todo es que se han multiplicado los predicadores que intentan explicarnos esta epidemia como si fuera un merecidísimo castigo por nuestros pecados: hemos sido demasiado consumistas, hemos maltratado a la Madre Tierra, hemos desafiado a la Naturaleza, hemos institucionalizado el heteropatriarcado, hemos creado un mundo inicuo y desigual que se regodeaba en el sufrimiento humano y, por lo tanto, la Naturaleza -convertida en nuestra Némesis- nos envía una pandemia que nos obligará a arrepentirnos de nuestros execrables pecados.

El otro día, en no sé qué televisión, los nuevos predicadores cuaresmales -frayÉvole y compañía- nos recordaban que debíamos volver a vivir como humildes campesinos del siglo XIX, sin consumir, sin viajar, sin salir a comer ni a cenar con nuestros amigos, sino dedicándonos a cultivar un huerto ecológico y a vivir en una digna y concienciada pobreza. Y nos lo decía gente que gana más de 100.000 euros al año y que probablemente tiene apartamentos en París y en Nueva York. "¡Sed más humildes, pecadores! ¡No gastéis en cosas superficiales, abominables capitalistas! ¡El dios del dinero os ha castigado!"

Es así de asombroso. Y así de ridículo.

stats