Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Hace más de dos años dedicaba esta misma columna a Germán Álvarez Beigbeder, ilustre compositor jerezano del que este año se cumplen 50 años de su fallecimiento. A lo largo de este 2018 se han celebrado algunos actos, insuficientes para Jaime Merodio y Gabriel Gálvez, como manifestaron en este periódico días atrás. Estos músicos vienen reivindicando su figura e incluso el segundo de ellos está recogiendo firmas para la creación de un monumento en su honor. La iniciativa es loable, y hasta me atrevería de calificarla de justa. Viendo la devaluación en este tipo de reconocimientos que estamos padeciendo, cuando se está homenajeando a personajes o entidades de dudosos méritos, resulta razonable que se recuerde a alguien que se preocupó por mejorar el nivel musical de Jerez en aquellas poco propicias décadas centrales del siglo XX. Alguien que además es un verdadero referente para las bandas de música de nuestro país.

Para el que esto escribe, que creció escuchando las marchas procesionales de Beigbeder, piezas cada vez más conocidas y valoradas en toda España, la idea de honrar al maestro no puede ser vista con malos ojos. Con todo, no puedo más que sentir preocupación ante la posible calidad artística y probable ubicación de este pretendido monumento, viendo asimismo los ejemplares que venimos sufriendo en nuestras calles, mal hechos y peor situados. Sólo nos queda esperar que, si ello fructifica, se haga, al menos, de una forma digna con el homenajeado y con la propia ciudad. En cualquier caso, termino como en 2016 pues mis palabras mantienen su vigencia: el mejor monumento siempre será seguir escuchando y difundiendo su valiosa obra y mantener el legado que nos dejó a través de una institución como la banda municipal, que fundó en 1930 y que en estos días pasa por los momentos quizás más críticos de su historia.

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