P ABLO Casado lanza señales de alarma hacia el interior de su partido. Su debilidad es cada vez más palmaria, su falta de liderazgo supone un obstáculo serio para las aspiraciones de un partido que es y seguirá siendo una pieza clave en los delicados equilibrios que garantizan la estabilidad del sistema. Se volvió a demostrar durante el pasado fin de semana en Granada. Los populares celebraban un congreso regional que estaba destinado a reforzar a Juanma Moreno y lanzar la imagen del partido como la fuerza capaz encauzar un segundo mandato en la Junta, que va a ser decisivo para sortear la crisis causada por la pandemia. Pero nada de eso pasó. Y si pasó quedó oculto por todo lo demás. Ese todo es que Isabel Díaz Ayuso, un terremoto con epicentro en Madrid, pero con sacudidas en toda España, le robó el discurso a Casado que se vio obligado a entrar en confrontación. Al final, del congreso del PP andaluz se habló porque fue escenario de una batallita interna y porque el líder nacional, que no termina de cuajar, se vio arrastrado en el torbellino que Ayuso había provocado.

En medio de tanto ruido, alimentado por la pasión que le echan a estas cosas los tertulianos de todo tipo y pelaje, Juanma Moreno intentó transmitir a los andaluces el mensaje de que dirige un partido moderado y centrado capaz de gobernar con solvencia una región que siempre había sido feudo indiscutido de la izquierda. El mérito del PP y del propio Juanma Moreno en los tres últimos años para romper la imagen de Andalucía como una comunidad sin capacidad de iniciativa política ha sido importante. El congreso de Granada estaba destinado a ser un magnífico escaparate para que todo ello fuera puesto de relieve y hubiera sido útil a los propios intereses del partido. Esos objetivos han quedado tapados por la política ruidosa que todo lo ocupa.

El ruido es una de los factores que más contribuyen a deteriorar el clima político en España y está relacionado muy de cerca con el escaso nivel de los liderazgos que ahora mismo domina a los partidos, tanto a la izquierda como a la derecha. No hay debate de ideas porque no hay ideas. En cambio, sobran energías para pelearse por los sillones y esas peleas cobran caracteres de acontecimiento nacional, como ocurre ahora con la batalla del PP de Madrid o las ambiciones de Ayuso para quitarle el puesto en la calle Génova a Casado. El resultado está a la vista: el PP andaluz no está mejor que antes de su congreso. En todo caso, peor.

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