Tribuna libre

Javier / Benítez / /

Sinvergüenzas y tontos

26 de octubre 2014 - 01:00

ES una mala, una muy mala noticia para Jerez el encarcelamiento de Pedro Pacheco. El político que transformó el pueblo en ciudad, que la puso en el mapa; el alcalde más joven de España, el líder que supo transformar una economía rehén del decadente negocio del vino. Hubo un tiempo en el que Pedro supo rodearse de los mejores, encarnó como nadie los valores de una sociedad jerezana que miraba al futuro esperanzada y sacudiéndose la caspa de tiempos pretéritos, se convirtió en una especie de icono de aquel Jerez rebelde y descarado dispuesto a comerse el mundo. Fueron buenos años. Media ciudad se echó a la calle indignada para defender a su alcalde cuando se obcecó en tirar el chalé de Bertín Osborne y parió aquella frase -"la Justicia es un cachondeo"- por la que todavía es recordado en toda España. Pedro, el hijo del vigilante de la fábrica de botellas, un hombre con un proyecto, un líder político como no se había conocido antes por estas latitudes. Hoy es justo desempolvar las luces de su gestión, recordar que en aquellos años supo ganarse el respeto de casi todos en esta ciudad, y que un buen puñado, hoy desmemoriados y desagradecidos de estómago, rebasaron las fronteras del respeto para caer en el servilismo y desfilar tras sus pasos como las ratas lo hicieron con el flautista de Hamelín.

Pero, como le ocurre al fino que se convierte en amontilado, el color dorado y la luz fueron perdiendo brillo. Y Pedro mutó en Pacheco. El joven e impulsivo alcalde se transformó con los años en un político altivo, soberbio y siempre desafiante. Los grandes fichajes, las estrellas de sus gobiernos se fueron apartando, se borraron de la foto. Y Pacheco, cada vez más solo, se dejó cegar por el poder, se quedó huérfano de buenas ideas, se convirtió en un virrey cuyas armas ya no eran el talento y la ilusión sino la imposición y hasta el miedo. Agarrado al sillón, no supo irse a tiempo y encadenó sus más sonoros errores y fracasos. E, incluso, cometió ilegalidades de las que hoy es la víctima propicia. Pacheco se comió a Pedro y en esa digestión pesada se ganó a pulso el rechazo de muchos ciudadanos que antes lo tuvieron como la mejor opción para Jerez.

En cierta ocasión, en plena campaña de unas elecciones autonómicas y en el fragor de una discusión sobre uno de sus colaboradores, Pacheco me espetó: "Prefiero antes a un sinvergüenza que a un tonto". Para entonces, él ya estaba rodeado en su mayoría, salvo algunas excepciones, de unos y otros. Y de aquellos polvos, estos lodos. Fango espeso que tiene atrapado al político jerezano, porque a nadie se le escapa que, si el presente es desalentador lo que está por llegar, es aún más tenebroso. Es cierto que en el 'caso Asesores' la condena se antoja excesiva, y da la sensación de que lo han cogido como chivo expiatorio de la clase política. Se han cebado con él incluso en la forma de llevarlo Puerto III. Pero conviene no olvidar que Pacheco tiene pendientes varias causas judiciales que, creo no equivocarme, pueden engordar aún más su años de estancia en la cárcel y elevar de rango su condición de corrupto. Estos días me ha venido a la mente aquella conversación sobre sinvergüenzas y tontos, y lo siento de verdad por Pedro, pero a Pacheco hoy día en la calle muchos lo catalogan como una cosa u otra. Justo lo que él no quería.

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