Antonio Reyes

Sonrisas en el campo de batalla

TIENE QUE LLOVER

04 de mayo 2010 - 01:00

ESTAMOS de fiesta. Hemos pasado el fin de semana motero, ese que tantos millones de euros dicen que deja en la zona aunque cada vez se vean menos motos en la ciudad, y estamos en plena jolgorio de Feria, con las casetas llenas de gentes que beben y bailan.

Paseando el domingo por el Real, recordaba lo que siempre se le ha dicho a los depresivos: "hay que beber para olvidar". Y esa es la sensación que tengo, que durante unos días escondemos la cabeza debajo del ala para, momentáneamente, obviar que estamos en guerra, en plena guerra, contra una nueva superpotencia que mueve los hilos de la Historia y, lo que es peor, de nuestras vidas: las entidades financieras.

El substrato de las guerras, de todas las guerras, ha sido siempre el económico. Unas veces revestido con el disfraz del expansionismo territorial, de la búsqueda de materias primas, del control estratégico de rutas comerciales. Otras con la excusa de la apertura de nuevos mercados, del enriquecimiento rápido o del control ideológico-económico de quienes osaban desviarse del camino trazado por los coyunturales regidores del mundo. Así ha ocurrido desde que el mundo es mundo, es decir, desde que el ser humano hiciera prevalecer el lado oscuro de su naturaleza interna sobre su bondad natural.

La guerra de hoy no iba a ser distinta. Las grandes entidades financieras han derrotado a los gobiernos, de modo que los políticos solo son simples marionetas, ya que las decisiones claves para la vida de un país se toman a miles de kilómetros de distancia y con intereses ajenos a sus realidades nacionales. Con la crisis con las hipotecas subprime, en agosto de 2007, la gran banca internacional ha conseguido cerrar la cuadratura del círculo: socializar las pérdidas y privatizar los beneficios. Nos tocó a todos pagar los platos rotos: el dinero público acudió al rescate de los bancos y hoy, tres años después, ¿qué ha pasado? Pues que el capitalismo financiero no admite regulación, y vuelve a campar a sus anchas, y los gobiernos y las instancias internacionales se ven incapaces de regular a este tipo de tiburones asesinos.

Entre tanto, en las trincheras, los ciudadanos aguantan como pueden los embates de este poderoso ejército. El paro no cesa (el 31,8% en la provincia de Cádiz según la última E.P.A.), y lo que te rondaré morena, porque no se vislumbran perspectivas de cambio a medio plazo; los países del furgón de cola están en quiebra, necesitados del rescate de la UE y del FIM a cambio de medidas draconianas; las prestaciones sociales se agotan, los salarios congelados, las pensiones reducidas, la edad de jubilación alargada hasta justo la entrada en el tanatorio… Y mientras, los beneficios del BBVA crecen en 1.240 millones de euros netos en el primer trimestre de 2010, o los consejeros del Banco de Santander pactan unas pensiones de jubilación de 251 millones de euros. Por eso, por unos días, lo mejor quizá sea tomarnos una copita para olvidar, porque a la salida del ferial nos puede aguardar "la madre de todas las guerras".

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