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Pasará el tiempo y se llevará muchas cosas: entre ellas al propio tiempo de que disponemos para la lectura. En la vejez ya no podremos leer tanto como antes; pero tenemos una ventaja; releer es leer por primera vez" escribió Azorín. También anotó: "El joven lo lee todo y todo aprovecha poco. El anciano lee poco y de lo poco lo aprovecha todo". Lo primero lo escribió cuando tenía 73 años y lo segundo cuando tenía 62. Entre una y otra edad ando yo y he comprobado la verdad de sus palabras. Por cada libro nuevo releo otro. Y la relectura es, como bien dice Azorín, un leer por primera vez. Menos sorprendente, pero más gustoso y hondo.
Este agosto leo libros que aguardaban pacientemente ser leídos por primera vez. Y otros que he leído muchas primeras veces. Uno me acompaña desde mi infancia. Empieza así: "El Squire Trelawney, el doctor Livesey y los demás señores me han encargado de poner por escrito todo lo referente a…". El otro lo descubrí, y con él a su autor, siendo adolescente, gracias a una película; y desde hace muchos años lo leo cada verano. Siempre por primera vez. Termina así: "Ha desaparecido sin que pudiéramos llegar a leer en el fondo de su corazón, y la infeliz muchacha a quien dejó vive, con vida inerte, en casa de Stein. Ha envejecido mucho éste en los últimos tiempos. Se da cuenta él mismo, y con frecuencia dice que 'está preparándose para abandonar todo esto…, para la partida', mientras su mano da el adiós postrero a sus queridas mariposas". Junto a Verne, Dickens y Conan Doyle estos dos autores que no les revelo para jugar un poco como hacía con María Esperanza Sánchez y las músicas de películas, son tal vez mis más antiguos y fieles compañeros de camino.
Con las películas sucede lo mismo. Aquí están conmigo el prófugo Ringo Kid, el capitán -en una- y el coronel -en otra- Kirby, el capitán a punto de jubilarse Nathan Brittles, el errante Ethan Edwards, el amargado coronel Marlowe y el conmovedor Tom Doniphon -todos con cara de John Wayne- en películas que siempre veo por primera vez.
Cuánta razón tiene el sabio George Steiner: "Los mejores actos de lectura son actos de inconclusión, actos de intuición fragmentaria, que acaban diciendo: 'lo más interesante, de todo esto, no he sido capaz ni de rozarlo'. Lejos de ser una derrota humillante, esta incapacidad se convierte en una especie de gozosa invitación a releer". Cierto.
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