La escena, este pasado miércoles, aún en junio, en la calle Consistorio: un nutrido grupo de turistas extranjeros caminan, provistos de auriculares, detrás del guía en dirección a la plaza del Arenal. Hace tiempo, algo así no nos habría llamado la atención. Pero después de casi año y medio de pandemia, esta escena es novedosa y crea esperanza en la recuperación, aunque sea lenta. Nos queda todavía algún tiempo para ver muchos más grupos de turistas extranjeros como aquel de la calle Consistorio, pues aún hay países que no han abierto las fronteras y en los que la vacunación de su población va mucho más lenta que en España. El turismo nacional es, por tanto, el que puede ayudar a salvar la temporada de verano. De hecho, este primer fin de semana de julio hay hoteles en Jerez que han llegado al 90% de ocupación, una cifra que incluso antes de la pandemia no se alcanzaba a comienzos de julio. Un hecho que demuestra las ganas que hay de salir, de descansar, de conocer, entre tantas personas que han pasado meses muy duros y necesitan recobrar una cierta normalidad, esa palabra tan deseada.

Pero no conviene lanzar tan pronto las campanas al vuelo, pues la pandemia sigue ahí. Y, sobre todo, pese a las mejorías que han supuesto las vacunas, no podemos crearnos la falsa sensación de inmunidad, que es lo que se está viendo en determinados lugares y, sobre todo, entre los más jóvenes, que se han tomado el mensaje de la no obligatoriedad de las mascarillas en la calle como un todo vale.

La propia Junta de Andalucía ha advertido de un aumento de casos de Covid este verano por la medida que aprobó el Gobierno central y, más allá de las habituales disputas políticas partidistas en este asunto, la ausencia del elemento de protección que se ha demostrado más eficaz contra el virus está y estará detrás de muchos de los contagios.

Resulta especialmente preocupante que precisamente las personas de la franja de edad que todavía no se han vacunado, los jóvenes de treinta para abajo, sean las que menos usen las mascarillas. Toda una paradoja con el agravante de que esa ausencia de mascarillas se da en grandes concentraciones de jóvenes en zonas de ocio y conciertos, aunque sean al aire libre, que estamos viendo estos días y que en ocasiones son un foco de peligro, por lo que resulta increíble que se permitan o no se castiguen.

Todo esto quiere decir que no estamos en la situación deseada de un verano sin pandemia, como lo reflejan muchas de las medidas que siguen vigentes, desde el límite de aforo tanto en exterior como en interior a las restricciones horarias. O, sin ir más lejos, la lista de países a los que no podemos viajar todavía, lo que beneficia, eso sí, el turismo nacional.

Ojalá estemos ante el último verano así, con un turismo limitado, que no es el real, aunque haya personas que crean que ya se puede hacer todo lo que hacían antes de la pandemia y pongan en peligro así mucho de lo que se ha logrado.

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